Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

ACADEMIA CÍVICA DE BARCELONA (1820-1821)

Institución educativa de beneficencia, que impartió enseñanza gratuita entre noviembre de 1820 y julio de 1821. Fue una iniciativa del fraile trinitario calzado Joaquim Català, que recabó apoyo económico e institucional del Ayuntamiento y Diputación de Barcelona e incluso la protección real. Català fue defensor del sistema de educación llamado "lancasteriano" por estar inspirado fundamentalmente en los escritos de Joseph Lancaster -cuáquero inglés, reformista de la educación pública-, pero también siguió al francés Charles Rollin y a los españoles Torcuato Torio de la Riva y Manuel Pou i Comes, junto al ejemplo de la Grecia y Roma antiguas. Su Academia Cívica se dirigía a los barceloneses que estuviesen en el servicio nacional de milicias o en edad de entrar en él, y la planteaba sobre todo como una recompensa a los primeros, admitidos con preferencia junto a los pobres. Se trataba de una enseñanza gratuita, impartida en horario compatible con los quehaceres artesanos y en un lugar céntrico. Su objetivo era la preparación para desempeñar las obligaciones sociales de la vida pública y privada, de acuerdo con los principios de la sana moral, "que son los deberes de un ciudadano honrado y las obligaciones del verdadero cristiano" (Català, 1821: 2v). La lectura y explicación diaria del catecismo de Pouget debía contribuir a este programa. Las gestiones para obtener el correspondiente permiso se remontan a abril de 1820, aunque la apertura fue ya el 16 de noviembre de 1820, solemnizada con la "Oración inaugural" que pronunció su fundador y director en el edificio cedido por los Tejedores de Velos en la calle Alta de San Pedro. Como revela un anuncio publicado en el Diario de Barcelona se impartían materias básicas como lectura, escritura, aritmética y fundamentos religiosos y políticos, pero también gramática castellana, ortografía y léxico, y lenguas europeas (12-XI-1820: 3.483-3484). Las clases eran diarias, al comienzo de 6 a 8 y media de la tarde, para alumnos con los 15 años cumplidos. Entre los idiomas se incluía el francés, que se impartió desde un principio de 7 a 8; el 27 de noviembre comenzaron las clases de alemán y el 4 de diciembre las de inglés (Diario de Barcelona, 24-XI-1820: 3.545, y 2-XII-1820: 3.619). Asimismo aparecen algunas menciones a la enseñanza del italiano, aunque los datos apuntan a que fue un mero intento que nunca figuró entre las enseñanzas oficiales (Sáenz-Rico, 1973: 70). Según la Guía de forasteros de Barcelona para el año 1821, tenía dos profesores de Francés, Ramón Zabala y Jaime Barré, mientras que existía solo uno de los demás idiomas: Gramática castellana, Alemán e Inglés (ibíd.: 68). Fallecido Barré, el presbítero Jerónimo Casañas solicitó el puesto de profesor de Gramática castellana y de Francés, siendo aprobado el 8 de agosto de 1822 para lo segundo, previo informe del director, aunque no llegase a ejercer por las vicisitudes posteriores. La Academia Cívica tuvo una gran aceptación: un artículo elogioso en la prensa local cifraba en 530 sus discípulos entre 20 y 40 años (Diario de Barcelona, 21-I-1821: 190). Ante los problemas de espacio ocasionados, una representación de 25 alumnos de todas las clases dirigió una petición el 21 de marzo siguiente al director para que solicitase el traslado a un edificio más amplio y cómodo, que nunca llegó a efectuarse. A pesar de que solicitó y obtuvo permiso para continuar sus enseñanzas durante todos los meses de verano, cerró a finales de julio tal vez por la ola de calor (ibíd.: 86). En agosto una terrible epidemia de fiebre amarilla asoló la ciudad, y a consecuencia de ella, a finales de septiembre o principios de octubre, falleció su fundador, que se había exclaustrado ese año (ibíd.: 106-107). Superada la epidemia, el 25 de enero de 1822 su entonces director Manuel Estrada solicitó su reapertura, que el Ayuntamiento concedió, pero nombró al presbítero Manuel Casamada director conjunto de la Academia Cívica y de la Academia de Ciegos y Sordomudos; desde marzo de 1821 esta segunda institución estaba asociada a ella, aunque en otro edificio, y era dirigida por el relojero José Ricart  (Sáenz-Rico, 1973: 127). A pesar de las numerosas solicitudes cursadas y de las aprobaciones oficiales correspondientes, la Academia Cívica nunca se reabrió dada la falta de dinero público y de edificios disponibles. Ello generó diversas protestas en la prensa local, defensoras de la instrucción pública gratuita y de la iniciativa del malogrado Catalá. Finalmente, el 12 de mayo de 1823 retomó su actividad la Escuela de Ciegos, pero desvinculada de las otras dos academias. El profesor de Inglés Antonio Gelada solicitó la gratificación que le correspondía por los servicios prestados como tal en la Academia Cívica, que el Ayuntamiento resolvió el 28 de julio. Las tropas realistas y francesas, que asediaron Barcelona el siguiente mes de agosto, acabaron con el Trienio Liberal y con sus novedades educativas. Los idiomas constituyeron una novedad dentro del currículum educativo para jóvenes sin recursos, dedicados a oficios mecánicos. Formaron parte esencial del mismo, y de hecho se mencionaban explícitamente en algunas de las peticiones oficiales posteriores a la suspensión de las clases: "solicitan permiso para continuar enseñando los conocimientos propios de la educación primaria, la Aritmética y los idiomas castellano, francés e inglés, del mismo modo que se hizo desde la fundación de esa Academia hasta fines de julio último, añadiendo ahora la enseñanza del idioma italiano" (23-II-1822, in Sáenz-Rico: 1973: 130). Incluso quedaron exentos de los recelos que suscitó entre la Comisión de instrucción pública la enseñanza gratuita de las primeras letras (Sáenz-Rico: 1973: 192). Se desconocen sus métodos de enseñanza, pero existe constancia de que Català adquirió fiados 25 ejemplares de la Gramática francesa de Viard al librero e impresor Narciso Oliva, quien tras su fallecimiento solicitó su devolución (ibíd.: 167); con ese título se alude a Les Vrais principes de la Lecture, de l'Ortographe et de la Prononciation françoise (1763) de Nicolas Antoine Viard, y de él se deduce el enfoque práctico de las clases de francés, en las cuales debían estar a disposición de los alumnos los ejemplares adquiridos. Català fue también autor de un manual de "enseñanza mutua", basado en los métodos de Bell y Lancaster: un sistema impartido por el maestro con la ayuda de alumnos correctores, gradual y simple en los procedimientos, analítico y coordinado en sus distintas ramas. Se impartían clases de rezo, lectura, escritura y aritmética, mañana y tarde; y comprendía también la gimnasia pero no los idiomas, dado que se dirigía a las escuelas de primera enseñanza, destinado a niños y a niñas pobres, con la intención de formarles en hábitos de tipo físico, moral, religioso, social e intelectual (Català, 1821: III-IV).

María Dolores Gimeno Puyol

Bibl.: