Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

PARÍS, IMAGEN DE

La ciudad de París es una referencia constante en la larga historia de la enseñanza del francés en España. Su presencia en los manuales destinados a la enseñanza de la lengua francesa a españoles se presenta bajo tres aspectos. En primer lugar, es uno de los lugares de edición predilectos para un gran número de autores de manuales y diccionarios bilingües para la enseñanza/aprendizaje del francés.  Pero sobre todo, y desde muy pronto, la ciudad del Sena aparece como paradigma de la propia Francia, convirtiéndose en lugar ideal y emblemático, indisolublemente ligada a un buen aprendizaje del francés. Cualquier sugerencia a un buen dominio de la lengua se relaciona inmediatamente con una visita o una estancia en dicha ciudad. El padre José Núñez de Prado, un jesuita que enseñó francés en el Real Seminario de Nobles y que redactó para sus alumnos una de las gramáticas francesas más utilizadas en el siglo XVIII, tendrá a gala "haber residido en la Corte de Paris" varios años, lo que servía para justificar sobradamente su buen dominio de la lengua francesa y lo convertía en "la admiración no sólo de los españoles sino de los propios franceses, según crónicas de la época. En cuanto a Galmace, que llegó a Madrid a mediados del siglo XVIII y fue asimismo profesor de francés en el Real Seminario de Nobles y también autor de un manual de francés (Llave Nueva y Universal, para aprender con brevedad y perfección la Lengua Francesa sin auxilio de maestro), muy utilizado durante la segunda mitad del siglo XVIII y con numerosas reediciones entre 1748 y 1789, tenía a gala proceder de esa ciudad, en cuya universidad había sido "profesor de Filosofía y Sagrada Teología" durante unos años, antes de pasar a residir definitivamente en España. Y Chantreau, décadas más tarde, volverá a insistir en sus orígenes parisienses para realzar su dominio de la lengua y presumir de su pronunciación frente a otros maestros de francés de su tiempo. Esta será una tónica constante a lo largo del siglo XIX por parte de la mayoría de autores de manuales para la enseñanza del francés: muchos recalcarán constantemente sus orígenes parisinos y los que son españoles (Tramarría, Piferrer, Benavent, Araujo, entre otros) harán valer sus estancias, sus titulos obtenidos en París, sus contactos continuos con la capital de Francia. Un caso digno de subrayar es el de un tal José Lucien, autor de un manual de curioso título (Lectura correcta y pronunciación castiza del francés en cinco lecciones por Don José Lucien. Catedrático de París, Barcelona, Imprenta Nueva, 1887) que no duda en incluir en el propio título su mención a París como una baza mayor que le serviría para realzar el valor de su libro. Y unos años más tarde, ya en los inicios del siglo XX, se publica en Reus otra obrita no menos curiosa, redactada por Ch. Gougeard y Virginie Gougeard, un matrimonio asentado en esa ciudad tarraconense. Monsieur y Madame Gougeard se esfuerzan en salir del anonimato y dar lustre a su oficio insistiendo en sus vínculos con la capital francesa, entonces en su máximo esplendor y espejo en el que todos desean reflejarse por su enorme prestigio e influencia, cuando todavía repercuten los ecos de la gran exposición internacional de 1900. Por eso no vacilan en subrayar sus orígenes parisienses en un largo título, mediante el cual pretenden reivindicarse aquellos oscuros profesores que habían recalado en Reus no se sabe exactamente por qué razón: Curso preparatorio de lengua francesa con su pronunciación figurada, para uso de todos los países en donde el castellano es idioma corriente por M. et Mme Gougeard, Profesores de París (Reus, Imprenta Carrera y Vilas, 1901). Y sigue un subtítulo todavía más llamativo mediante el que intentan poner de manifiesto el interés de su libro: "Esta obrita no se recomienda de nadie, ateniéndose al juicio de la Prensa y del Público". Un caso bastante parecido resulta el de Carlos Lacome Gendry Arquiaga, probablemente un español de origen francés por línea paterna, que también reivindica sus origines franceses y más concretamente parisinos en un manual que conoció como mínimo hasta cinco reediciones en imprentas de Madrid y Valladolid en los primeros años del siglo XX. Numerosos otros ejemplos se refieren a París como principal escaparate de la lengua francesa.

Pero sobre todo hay que subrayar el papel de París como representación de la propia Francia, a través de textos y sobre todo imágenes de la ciudad que se repiten reiteradamente en  los manuales a medida que las ilustraciones y fotografías se van incorporando a ellos. Y en los que se destaca tanto su belleza como su importante y dilatada historia, resaltándose su papel determinante en la historia de Francia a través de los textos de los grandes escritores, desde los autores clásicos hasta los contempráneos. Aunque tampoco faltan semblanzas de París redactadas por los propios autores de los manuales. En cuanto a las imágenes, se hacen cada vez más atractivas en los manuales editados  sobre todo a partir de los años 1960, con portadas con sugerentes imágenes  en las que se impone el color. Y no faltan títulos que ponen de manifiesto la imagen de París y de sus barrios como protagonistas de excepción; son los casos, por ejemplo, entre muchos otros, de Boul' Mich' o Quartier Latin, métodos de francés publicados en los años 1970 y 1980. Sin contar que a partir de la irrupción de los métodos audiovisuales, la imagen de París adquiere aún más relieve a través de la presentación de los hábitos de sus ciudanos, sus monumentos, sus museos, sus teatros, sin dejar tampoco de lado sus medios de transporte ni el cine o la música que caracterizan a la ciudad.

Juan  F. García Bascuñana

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