Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Y NAPOLEÓN

La Guerra de la Independencia (1808-1814), o "Guerra del Francés" -nombre que recibe en Cataluña-, llamada por los franceses "campaña de España", así como la figura emblemática de Napoleón  han tenido hondas repercusiones en los manuales de francés para españoles. Los actos de valentía y las muestras de heroísmo de todo el pueblo español se citaban todavía más de un siglo después de los acontecimientos para enardecer el amor a la patria y el sacrificio por ella, temas recurrentes en la primera mitad del siglo XX. Para las distintas formas bajo las cuales aparecen los comentarios sobre la guerra y sobre Napoleón, véase también /Actualidad de los acontecimientos históricos (1820-1920/ y /Revolución francesa/ .

Los primeros escritos que encontramos en los manuales que tratan de la guerra de la Independencia son impresiones directas transmitidas en vivo. El autor del manual es contemporáneo de los acontecimientos que narra y transmite en su texto sus emociones. Más tarde, abundan los textos literarios, muchas veces de escritores franceses que, según sus propias ideas políticas, enaltecen o rebajan la figura del emperador. Las lecturas más interesantes son, sin duda, las que provienen del mismo profesor que ha analizado varios textos y hace su propia síntesis. El diálogo X de Novella  (1813), Pour demander ce qu'on dit de nouveau, nos narra el día a día de la historia, es como un reportaje, las noticias circulan de boca en boca, las gacetas apoyan los rumores. El interlocutor empieza con la primera pregunta: "¿Qué se dice de nuevo? ¿No sabe vd ninguna noticia?" y el locutor empieza a ponerlo al corriente de los últimos acontecimientos con expresiones del tipo: se dice que... dicen que..., la Gaceta de Cádiz dice que... hoy corre la voz que... pero esto pide confirmación... Los franceses, el 4 de "este mes de julio" han evacuado Valencia y los valencianos celebran con alegría en todas las calles el haberse librado del enemigo. Por otra parte, según la Gaceta de Cádiz, Lord Wellington ha ganado una batalla cerca de Vitoria. La fecha histórica es el 21 de junio de 1813, el Duque vence a las tropas de Soult rechazándolo hasta Bayona y, de allí, hasta Toulouse. Como vemos, Novella narra hechos que acontecen simultáneamente a la redacción de su libro. El botín de Wellington, en el diálogo de Novella, se compone de ciento cincuenta cañones, todo el equipaje del rey José, la caja militar y una infinidad de prisioneros. El ejército aliado (Wellington), prosigue, ha sitiado Pamplona, pero es sólo un rumor. La victoria final dependerá de la campaña de Rusia en la que, dice Novella, Napoleón ha perdido trescientos mil hombres y cuarenta mil caballos. Seco y Marcos, más de un siglo después, habla de doscientos mil cadáveres y cien mil prisioneros. Los historiadores modernos evalúan las pérdidas en más de medio millón de muertos y prisioneros. Aquí Novella añade un detalle brutal: bajo la nieve, se encontraron cadáveres medio comidos. Estos actos de canibalismo solamente explicables por la miseria y la necesidad son, a los ojos de Novella, un castigo de Dios a los cristianos que se han olvidado de su santa ley, de la caridad y de la religión. El género humano está corrompido y  no hay hombre que pueda decir que es inocente. Napoleón, de vuelta a Francia, ha reunido otro ejército, ha ganado algunas batallas contra los rusos y ha firmado un armisticio con el zar. Novella duda que este armisticio sea el fin de la guerra  ya que "todo esto está muy enredado para que se haga una paz general" (ibíd.). En este punto no se equivoca Novella: los combates se reanudaron al final de agosto de 1813. En el diálogo XX, incluye a Napoleón en su lista de hombres famosos, junto con Alejandro, César, Carlomagno, todos grandes capitanes que aliaron su experiencia en la guerra con su conocimiento de las leyes, su elocuencia, su valor y fueron honrados "con el título de restauradores de las ciencias" (ibíd.). En la parte de su manual dedicado a la correspondencia, Novella presenta la carta de un español, con fecha del 15 de diciembre de 1812, en la que leemos que se habla de una paz general. La contestación desde Bayona, del 10 de enero de 1813, señala que Francia y Rusia están en guerra, Napoleón ha salido de París y el zar de su capital "como un león airado. Dios haga que se compongan antes de llegar á las armas; porque en el caso contrario, preveemos una guerra de las mas sangrientas" (ibíd.). Otra carta del 10 de julio de 1813 informa que los franceses se han retirado de Valencia el día 4 del corriente y que se espera que no vuelvan más (ibíd.). La crónica de Novella termina antes del final de la guerra.

Grimaud de Velaunde publica un manual de francés en 1826 en el que no se hace mención de los acontecimientos pasados. Pero en su Historia de la Revolución francesa de 1814 aborda la revolución propiamente dicha y la situación bajo el imperio napoleónico. Dedica los tres últimos tomos a la conquista del poder por Napoleón y la invasión de España por las tropas francesas. Los protagonistas son el pueblo español en su "gloriosa insurrección" (Grimaud de Velaunde, 1814: prólogo II), "una nación tan valiente como generosa, que solo aspiraba a vencer o a morir por no sujetarse a la ignominiosa esclavitud de un tirano extranjero" (ibíd.: VIII), y del otro lado el "genio turbulento  de Bonaparte que todo lo ha trastornado" pensando que la nación española era "estúpida y bárbara". Los españoles han dado una lección magistral a los franceses cuyas armas fueron las intrigas, el espionaje, la irreligión, los venenos, los puñales mientras que los españoles, con su moral  fundada en principios de entereza, su sentido del honor, su "carácter superior á lo humano" han sabido sacudirse el yugo del tirano, liberar de la esclavitud a su soberano. Considera que el dos de mayo fue el primer escalón del trono libre e independiente de Fernando VII. Los franceses tendrán que aprender la lección y librarse a su vez del déspota si quieren volver a ocupar la posición que tenían antes en Europa. Afortunadamente, ahora Napoleón se encuentra en la imposibilidad de "afligir a la humanidad" (ibíd: X). Otro escritor, Luis Monfort, en su manual de 1815 tampoco hace alusiones a la guerra de la independencia, pero un año antes había publicado un librito Cantos guerreros de Tirteo acomodados a la situación actual de España. Este escrito, de una violencia poco común por parte de un sacerdote, capellán de la iglesia parroquial S. Pedro de Madrid, empieza con un soneto dirigido a los militares españoles. Sus cuatro cantos llaman al combate: "Al fuego, a la sangre/ más firmes venid,/ si a los opresores/ queréis confundir" (Monfort, 1814). Dios está en contra de los tiranos a los que reserva un fin trágico. El vocabulario empleado es acerbo, es una exhortación al sacrificio de la propia vida y la de los hijos: "A vuestros hijuelos,/ que el ardor varonil/ inspire el deseo/ de con vos partir" (ibíd.). Los sacerdotes eran los primeros en incitar a sus fieles a una cruzada contra los franceses. Bouynot introduce en su manual de 1815 un cuadro histórico de España en el que leemos que Carlos IV sucedió a su padre, vive todavía después de haber cedido su corona a su hijo Fernando VII "qui fait le bonheur de l'Espagne". Elude totalmente la cesión de la corona a Napoleón y a José. En el cuadro físico que hace de España, nota que este país está rodeado de todos los lados por murallas naturales -mar y monte- que la protegerían de las incursiones de naciones extranjeras si no fueran capaces de atreverse a todo (ibíd.). En la parte del libro que recoge un compendio de poesías, leemos el deseo de un niño en tiempo de guerra: se lamenta por ser demasiado joven y no poder combatir ya que está dispuesto a dar la vida por su patria (ibíd.).

A mediados del siglo XIX, los ánimos parecen más sosegados,  el reinado de Fernando VII no ha traído la felicidad tan esperada y se habla de la guerra de la independencia y de Napoleón con menos vehemencia.  Algunas frases sueltas ilustrando una regla gramatical, o un ejercicio de traducción compuesto de oraciones sin conexión entre ellas aparecen en Sánchez Ribera, en Sauzeau o Berbrugger. De Sauzeau (1845), se puede citar como ejemplo: "No se dice «En quoi Napoléon réussit le mieux fut rétablir le règne des lois», debe decirse: «ce en quoi Napoléon réussit le mieux, ce fut...»".  Pero lo más interesante son los textos literarios -franceses principalmente- que vehiculan una imagen de la epopeya napoleónica y, sobre todo, los comentarios de los mismos autores de manuales. Entre los textos literarios sobre la guerra de la independencia, encontramos varias veces el mismo relato de Abel Hugo, Le siège de Saragosse, que ensalza el valor, la resistencia y el patriotismo de los habitantes. Tramarría en 1846 y Herouart diez años después proponen extractos de Napoléon et la grande armée de Philippe-Paul de Ségur, así como varias alocuciones del propio Napoléon, textos a los que Herouart añade relatos de batallas (Aboukir, Austerlitz, Iéna, la Moscowa, Wagram) sacados de Norvins, del Bulletin de la Grande Armée y de Laurent. Para ver el detalle de los autores y el título de estos fragmentos [véase / Actualidad de los acontecimientos históricos (1820-1920/].

Las impresiones que destacan en estas lecturas son múltiples. Pedro Sáver propone en su Guide de la langue espagnole sans maître à l'usage des Français..., publicado en Barcelona en 1857, un cuadro histórico de la invasión francesa. Ve los orígenes del odio hacia los franceses en los sucesos ocurridos durante la Revolución y el martirio prolongado de Luis XVI y de su familia. Y el detonante de la rebelión de todos los españoles habría sido la visión de los reyes abandonando el país amenazado de perder su independencia y el pueblo "con heroico valor, con el mas heroico empeño, escribió con su sangre la mas gloriosa fecha de la historia moderna". Pinta a José como un hombre bueno, de costumbres puras, protector de las artes, instruido, deseoso de mejorar la administración, pero sin grandes talentos militares ni inclinación a la guerra. El enorme ejército que entró en España, lejos de atemorizar a los españoles, les infundió el amor a la patria. Morir o exterminar a los opresores fue el lema de todo el pueblo. Saver reconoce que, en esta lucha encarnizada, hubo rasgos de bravura por una parte y por la otra, ataquantes  y defensores fueron muy valientes. Nos narra la batalla de Vitoria, la pérdida del convoy que José llevaba a Francia; señala que los aliados (ingleses, portugueses y españoles) cometieron actos de vandalismo en Pamplona y San Sebastián, saqueando estas ciudades. Y pronto llega el fin de "Napoleón el grande", "aquel valiente", "el héroe de las Pirámides"  que sufre en Santa Elena "los abominables tratamientos de sus carceleros". Pedro Sáver (1855) opina que el pueblo español hubiera podido aceptar el cambio de dinastía, o por lo menos mostrar indiferencia, ya que José era católico, pero los nobles temían perder sus privilegios, y el clero no aceptaba la libertad de religión así que fomentaron la insurrección. A pesar de haber dado una lección de coraje a toda Europa, España no obtuvo ningún beneficio en el Congreso de Viena. E ironía de la historia, nos dice Sáver, tanta sangre derramada en esta Guerra de la Independencia para llegar a la unión del sobrino del "valiente César" con la aristócrata Eugenia de Montijo. El matrimonio será acogido fastuosamente en San Sebastián, y el hijo de ambos declarado "español originario".

P. B. Borde, directeur des études de l'École Française de Madrid, publica un Abrégé de l'histoire d'Espagne (1894). Como introducción a su capítulo sobre la Guerra de la Independencia, cita la frase de Napoleón en la que reconoce que esta desgraciada guerra le perdió y privó al pueblo de los beneficios  que tenía intención de traer. Con la noticia de los acontecimientos de Madrid, el pueblo despertó de la apatía en que lo había sumido Godoy y el rey para ir al combate, guiándolo los monjes con el crucifijo en la mano. El valor de los españoles en el sitio de Zaragoza fue digno del de los habitantes de Sagunto y Numancia en la antigüedad. Hasta las mujeres participaron en los combates. La obra de Napoleón en España fue suprimir la Inquisición, abolir los derechos feudales, disminuir el número de conventos y redactar una constitución  liberal. Impuestas por las bayonetas, estas reformas no fueron del agrado de los españoles, aunque las Cortes, en 1812, se inspiraron en estos proyectos de reformas, proclamando la soberanía del pueblo. Pero una vez liberado, Fernando VII se apresuró en anular todas las reformas. En el siglo XX, L. Couderc en su manual El francés al alcance de todos[...] Curso medio (Barcelona, 1919) introduce un poema de Bernardo López García, del que se citan dos fragmentos para traducir: Guerra de Independencia y Dos de Mayo  en los que se exalta el patriotismo: el niño bebe en el pecho de la madre su odio a muerte al invasor y su madre  le grita al hijo que lo llama la patria, que se lance al combate y muera, ella lo vengará "del vil invasor". L. Gogorza (1914) reserva unas líneas a las circunstancias de la Guerra de la Independencia: guerra encarnizada en la que el pueblo dio muestra de un patriotismo y una constancia verdaderamente extraordinaria. Prosigue con las Cortes de Cádiz que dieron al país una constitución liberal, acogida con entusiasmo pero, al volver Fernando se destruye la obra de las Cortes y se restablece el poder absoluto.

La personalidad de Napoleón se subraya en varios manuales. Chartrou (1869), utilizando un texto de Lacretelle, censura la época de anarquía y terror que asoló Francia y se alegra de que apareciera "un héros jeune d'années et vieux de gloire, narrateur plein de flamme de ses propres exploits et de ceux de ses soldats". El propio Chartrou deplora la revolución de 1789, pero en medio de los horrores, Dios manda a un genio que frena los furores revolucionarios y "fait luire  sur l'Europe étonnée un inestimable rayon de liberté" (ibíd.) que impone, como lo reconoce Chartrou, con el más soberbio despotismo. Curiosamente Chartrou no cita el nombre de Napoleón, sino que, hablando de él, siempre utiliza metáforas: "le bienfaisant soleil...le géant des batailles, vrai fléau, mais rayon de lumière et de vie...le météore poussé par la main de Dieu à travers le brouillard impur qui aveuglait le monde" (ibíd.). Todas las atrocidades de las guerras se tienen que olvidar al considerar los beneficios, concluyendo Chartrou su panegírico con estos versos: "Le fécondant soleil, dans sa course brillante / Ne nous montre-t-il pas quelque tache sanglante?" (ibíd). Vila e Iglesias (1861), en su escueto resumen histórico muestra a Napoleón cubierto de laureles conquistados en los campos de batalla, pero puntualiza que, después de la Restauración, de todas las conquistas de la República y del Imperio, sólo se conservaron el condado de Avignon y algunos enclaves. Se presenta también a Napoleón como a un hombre generoso y compasivo en la carta que escribe desde Egipto a la viuda del almirante Brueys: "Appréciez pour quelque chose l'amitié et le vif intérêt que je prendrai toujours à la femme de mon ami" (Tramarría, 1846). En las batallas, se destaca el valor, la firmeza y la sangre fría que Bonaparte "dont le génie plane sur le champ de bataille" infunde a sus soldados (Hérouard, 1856). Intenta ganarse a los egipcios mediante una proclama en las que les asegura que no viene a destruir su religión, sino a castigar a los Mamelucos usurpadores que les han quitado sus derechos. Napoleón les asegura que él, más que los Mamelucos, respeta a Dios, a su profeta y el Corán. El hecho de predicar la igualdad entre todos y de afirmar que "nous sommes aussi de vrais musulmans" (Herouart, 1856) explicaría los temores del clero español y de los nobles. En las alocuciones a sus soldados, insiste en que estará él mismo entre ellos, expuesto a los primeros golpes si hace falta. Antes de los combates exalta el valor, el patriotismo de sus tropas.  Felicita a sus soldados por el éxito de las batallas: "Je suis content de vous, vous avez à la journée d'Austerlitz, justifié ce que j'attendais de votre intrépidité. Vous avez décoré vos aigles d'une immortelle gloire" (Cornellas, 1865) y los anima a perseverar en las conquistas, apelando a su deseo de libertad: "ces rois orgueilleux qui rêvent de nous donner des fers"; y a la sed de gloria que recaerá sobre todo el país, "pouvoir dire avec fierté: «j'étais de l'armée conquérante de l'Italie»" (Sales y Esteban, 1889), ya que los vencedores de numerosos combates "brûlent de porter au loin la gloire du peuple français" (Araujo, 1901). Dos días después de Austerlitz, para manifestar su agradecimiento a sus compañeros de armas decide, por decreto, otorgar pensiones a todas las viudas de los soldados, adoptar a sus hijos y educarlos (Cornellas, 1865). Su última alocución, presente en varios manuales, en la que se despide de su guardia rogándoles que sean fieles al nuevo rey de Francia, está cargada de  emoción y cariño.  Una lectura de Frédéric Soulié apunta la dificultad de emitir un juicio sobre una personalidad como la de Napoleón en vida. Si se le expresa admiración, será juzgada como adulación y si se habla de él con severidad, la tildarán de odio. Sólo después de su muerte se pudo ver lo grande que fue por "cette innombrable quantité d'actions éclatantes, de nobles institutions et de bienfaits qu'il nous a légués, qu'on n'a aperçus, comme les étoiles au ciel, que lorsque le soleil a été couché" (ibíd.). En cuanto al Napoleón historiador, Villemain le prodiga grandes elogios: vigor y simplicidad, majestad y profundidad en la expresión y, al mismo tiempo, brillantez y esplendor de la imaginación, lo que resume con estas palabras "C'est l'imagination de Tacite colorant la pensée de Richelieu" (Herouart, 1856). Por lo general, la imagen que dan los autores franceses de Napoleón es positiva. Massé, s.a. 2º libro) recoge un texto, cuyo autor firma con las iniciales A. L.,  que le presenta como el soldado más activo del ejército, el ciudadano más experto y el más trabajador de todo el imperio, el más digno, más capaz y más laborioso de los franceses, activo, estricto, puntual, ahorrador y honrado. Reproduce en una lectura de François Coppée la famosa frase que se dice de los granaderos: "ils grognaient... et le suivaient toujours" (ibíd.). J. Ostenero (1898), reproduciendo un texto de Ségur, muestra a  un Napoleón psicólogo, buen conocedor de sus soldados, que se pasea entre sus filas, que sabe qué campañas ha hecho cada regimiento con él, se para ante los veteranos, les recuerda familiarmente las batallas en las que han combatido juntos. Ellos se creen reconocidos por su emperador que los hace partícipes de su gloria. A los soldados jóvenes les pregunta si sus capitanes los cuidan bien, si tienen todo lo que necesitan. "Il s'occupe d'eux dans le détail [...] c'est ainsi qu'il fait aimer la guerre, la gloire et lui". En otro texto recogido por el mismo autor, Thiers lo compara con César, Carlomagno, Alejandro, Aníbal: "du bruit, il en a fait autant [...] du sang, malheureusement il en a versé plus qu'aucun d'eux" (Ostenero, 1912), este es el mayor reproche que se  puede hacer a Napoleón. Thiers lo describe de la siguiente manera: "doué d'éloquence naturelle, audacieux, calculé, rusé, fécond, terrible, opiniâtre [...] dans le gouvernement il aime le bien, le poursuit en despote" (ibíd.).

Del siglo XX, tenemos varios textos recogidos por Seco y Marcos, de autores anónimos, o suyos, en los que aparece un análisis más profundo. El primer texto sobre Bonaparte nos da una imagen bastante negativa: ambicioso, egoísta en extremo, duro, autoritario, ignorando la compasión, exclusivo cuando dice a sus soldados que el gobierno los abandona y que sólo pueden contar con él. Lo compara a un jefe bárbaro dirigiéndose a una tribu de Francos ante la idea esperanzadora de un botín y, lo peor de todo, los abandona en medio de Egipto, como un desertor, cuando cree que puede jugar un papel político en París. En contraposición, le reconoce una capacidad de trabajo extraordinaria, una inteligencia clara y una memoria prodigiosa (Seco y Marcos, 1934). El texto que sigue contrasta con este; se ve a un Napoleón, genio militar de primer orden,  preocupado por el bienestar material de sus soldados, hablándoles con familiaridad. Pero el ideal de la Revolución, admirado por los Ilustrados, se ha perdido, Francia está en manos de un conquistador, enemigo de Europa. Napoleón desconoció por completo el carácter español y, al imponer a su hermano en el trono de "ces Bourbons dégénérés" sin contar con el pueblo, sólo se creó más enemigos. España  hubiera podido ganar con un cambio de dinastía, del que hubiera recibido mejores leyes y más conformes al espíritu del siglo (ibíd.). La Guerra de la Independencia, vista por Seco fue una guerra injusta, una guerra de ambición. Pero dio a Europa la esperanza de poder vencer a los franceses, "au milieu du triomphe de Napoléon, elle est l'inquiétude, la menace du lendemain" (ibíd.). Sea positiva o negativa la imagen dada por los autores de manuales, servía de pretexto para no pocos comentarios en clase.

Denise Fischert Hubert

Corpus de manuales citados:

Bibl.: