Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

CORRO, ANTONIO DEL (Sevilla, 1527-Londres, 1591)

Escritor, gramático, profesor de lenguas y teólogo español. Monje jerónimo, probablemente de raigambre cántabra, que profesó en el convento de San Isidoro del Campo de la localidad sevillana de Santiponce.  En 1557, un año después de la llegada al trono de Felipe II y coincidiendo con las primeras detenciones de reformados españoles y de todos aquellos a los que se consideraba relacionados con la "herejía", tuvo que abandonar su convento y huyó de España, junto con otros monjes igualmente sospechosos. Una huida que lo llevaría de Sevilla hasta Londres y Oxford, tras pasar por la Ginebra calvinista en donde, según algunas fuentes, habría sido ordenado ministro de la Iglesia reformada. Lo que le permitió más tarde ser pastor de la comunidad española protestante de Londres, así como también de las comunidades francesa e italiana debido al conocimiento de sus respectivas lenguas. En Ginebra tuvo contactos directos con el propio Calvino, pero su posición en algunos debates teológicos acabó provocando que se enemistara con este, viéndose obligado a abandonar la ciudad suiza para instalarse en la pequeña corte de Nérac. En esta ciudad gascona, según Menéndez Pelayo, ejerció como pastor protestante hacia 1560, protegido por Juana de Albret, reina de Navarra. Durante su estancia en Nérac habría enseñado castellano al hijo de esta, Enrique III de Navarra, el futuro rey Enrique IV de Francia. Más tarde abandonó la pequeña corte aquitana y se trasladó a Flandes, concretamente a la ciudad de Amberes. En cualquier caso, no es por casualidad que A. del Corro se fue interesando cada vez más por las lenguas. Sus inquietudes religiosas que le habían hecho abandonar la fe católica y abrazar la nueva religión reformada tuvieron que ver probablemente con sus intereses lingüísticos. Su amistad durante un tiempo con el filólogo y teólogo calvinista Théodore de Bèze, con el que también acabó enemistándose, explica bien ciertas inclinaciones intelectuales del antiguo monje jerónimo y al mismo tiempo nos informa sobre una realidad propia del Renacimiento. Los vínculos existentes en aquel momento entre las lenguas, o más bien la reflexión sobre las lenguas (lo que se denomina por aquel entonces "filología"), y las inquietudes religiosas son de sobra conocidos. Pero tal vez se conoce menos ese espacio menor que representa la enseñanza/aprendizaje de las lenguas vivas. En A. del Corro coincide de hecho esa doble inclinación lingüístico-religiosa, que representa una manera de ser y de obrar de la época. A partir del momento en que el único punto de referencia lingüístico dejó de ser el latín empezó a aumentar el interés por las lenguas vivas, lo que vino a coincidir con cierta atracción individual por otras maneras de entender la religión. Al apartarse así de la preeminencia de la ortodoxia católica, el campo quedó abierto a la pluralidad  lingüística y religiosa. De ahí que se pueda afirmar que el antiguo monje del convento de Santiponce no fue "maestro de lenguas" por pura casualidad sino porque sus inquietudes religiosas lo condujeron hasta esa situación. Aunque tal vez se podría plantear la cuestión de otra manera y preguntarse si sin ese interés por las lenguas Del Corro habría llegado a "caer en la herejía", para decirlo con las propias palabras de Menéndez Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles. En cualquier caso, su interés por la enseñanza de lenguas lo llevó a publicar en 1586 en Oxford (imprenta de Joseph Barnes), tras instalarse en Inglaterra procedente de Flandes, sus Reglas gramaticales para aprender la lengua Española y Francesa, confiriendo la una con la otra, según el orden de las partes de la oración Latinas (metalengua: francés y español), redactadas probablemente en su época de profesor de castellano del joven Enrique de Navarra y que habían permanecido inéditas durante más de veinte años. Un libro que puede considerarse, en principio, más una gramática española que francesa, dirigida a usuarios de lengua francesa que deseaban aprender español. Y aunque es indiscutible que se trata sobre todo de una gramática española, no es menos cierto que contiene unas reglas de pronunciación francesa y un breve resumen de morfología que llaman la atención por su pertinencia. Merece la pena destacar, por ejemplo, su aproximación al empleo del artículo partitivo, un punto de la lengua francesa especialmente arduo para los españoles. Del Corro lo explica con perspicacia en un capítulo dedicado a las "Reglas de los nombres en la lengua francesa", poniendo de manifiesto la ausencia de un verdadero plural partitivo. Ello viene a mostrar que se está ante un "maestro de lenguas vivas" avezado que conoce bien los usos lingüísticos de su época y se presenta sobre todo diestro en el manejo de la gramática (tanto de la latina como de la española y la francesa). Y todo ello a pesar de ciertas vacilaciones e imprecisiones. Años más tarde, en 1590, aparecería en Londres (impresa por John Wolfe) una reedición traducida al inglés de esa primera gramática, aumentada en algunos puntos y con algunas modificaciones: The Spanish Grammer, with certeine Rules teaching both the Spanish and the French.

Juan F. García Bascuñana

Bibl.: