Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

RUEDA Y LEÓN, MATHIAS DE (León, 17?? – ?, ¿inicios del siglo XIX?)

Conocido sobre todo por su Gramática Francesa para uso de la nación española, aparecida en 1801 con casi toda seguridad en Francia, aunque no se sabe exactamente en qué ciudad, si bien se ha especulado, sin ninguna certeza, que pudo ser en Bayona o Nimes. Se sabe que era jesuita  (Suárez Gómez, 2008: 143) y que tras la supresión en España de la Compañía de Jesús, en 1767, se habría afincado en Francia, tras pasar con toda probabilidad por Italia, como la mayor parte de los jesuitas expulsos. Lo que no deja de sorprender ya que la orden también había sido suprimida en Francia. Se podría pensar que su dominio de la lengua francesa habría sido una de las razones, pero tampoco parece un argumento decisivo. Probablemente debió de haber otros motivos que se desconocen. En cualquier caso, solo se  conocen los detalles que él mismo apunta en la Advertencia preliminar que aparece en su gramática, en la que explica más bien las razones que lo llevaron a redactar su gramática, sin insistir en detalles sobre su propia vida.

Parece ser que el libro de Rueda despertó en principio poco interés, si se tiene en cuenta la escasez de ejemplares que existen de dicha obra en las bibliotecas españolas. Gonzalo Suárez Gómez fue de los pocos que hizo una referencia expresa a dicho libro, dedicándole unas breves líneas en su tesis doctoral defendida en la Universidad Central de Madrid en 1956, destacando algunos de los aspectos que caracterizan la obra del jesuita leonés. Expone que la gramática de Rueda y León debe más de lo que su autor confiesa a los métodos  de Galmace y de Chantreau, subrayando que "adopta la pronunciación figurada del primero y la profusa ilustración práctica del segundo" (Suárez Gómez, 2008: ibíd.). Es de hecho el aspecto referido a la pronunciación el que merece la pena destacar, ya que se trata de una aportación capital de la gramática de Rueda y León. Su reflexión teórico-práctica en torno a la enseñanza de la pronunciación se  perfila y desarrolla con cierta originalidad, lo que indica que es consciente, a pesar de sus vacilaciones, de que la enseñanza de la pronunciación tiene que ser un punto fuerte en cualquier manual de francés como lengua extranjera que pretenda cumplir uno de sus objetivos ineludibles. En cualquier caso, según dice el autor en la Advertencia previa de la edición de 1801, su libro se habría publicado, "con otro plan", en Bayona en 1775, en una edición de la que no se tiene constancia. Al año siguiente habría tenido la posibilidad  de imprimirlo en Madrid,  lo que al final no llegó a suceder ya que, según el propio autor,  la persona que corría con los gastos de impresión contrajo una grave enfermedad y acabó falleciendo, malográndose así la posibilidad de publicación. Más tarde, las tentativas por parte del autor para vender el manuscrito o hacerlo imprimir de cualquier otra manera no tuvieron éxito ya que según relata él mismo "el estado de desgracia, en que se ha hallado [se refiere a sí mismo en tercera persona], por razón de su condición de exjesuita extrañado, las ha frustrado todas" (Rueda y León, 1801: 5). Estos detalles demuestran que había empezado a trabajar en su gramática bastantes años antes de que fuera publicada la versión de 1801. Y se puede deducir también que en esa época ya vivía en Francia, aunque se desconoce con exactitud dónde. Podría ser por supuesto en Bayona, ya que la nombra en la "Advertencia", aunque no se puede saber con exactitud si vivió realmente en esa ciudad durante su exilio en Francia, o más bien su relación con la ciudad vascofrancesa podría haberse debido a que esta contaba con imprentas y casas de edición que publicaban para lectores españoles. También se ha sugerido que podría haber vivido en Nimes, una ciudad con una importante  presencia española y que contaba también, parece ser, con un buen número imprentas. El propio Rueda y León público allí, en 1797, en la imprenta de la Veuve Belle, su Grammaire espagnole à l'usage des François, por lo que se podría pensar que en esa época residía en la ciudad provenzal, y de ahí que se haya especulado también con la posibilidad de que su gramática francesa se hubiera publicado igualmente allí.

Desde las primeras páginas de la gramática francesa de Rueda y León puede comprobarse una formación gramatical de su autor eminentemente clásica, propia de los jesuitas, en la que el dominio del latín se hace patente en cada uno de los puntos abordados. En cualquier caso, uno puede llegar a preguntarse por la verdadera razón que llevó al jesuita leonés a redactar y publicar una gramática francesa para españoles, en la que ese bagaje de matriz clásica está presente en buena parte de ella. Aunque tal vez mejor sería decir que se esfuerza en hacer gala de ello en todo momento. Pero más allá de esos conocimientos arraigados claramente en la tradición clásica, el autor  muestra igualmente, a través de referencias constantes, unos conocimientos no desdeñables de las gramáticas francesas aparecidas en Francia desde finales del siglo XVII y a todo lo largo del XVIII. Es por esa razón que al referirse a las gramáticas francesas para españoles, cada vez más numerosas en la segunda mitad del siglo XVIII, no tiene reparos en verter duras críticas sobre ellas, ya que, a su parecer, se alejan claramente de lo que él considera los "verdaderos principios" de la gramática, que cultivan los grandes escritores clásicos en cuyos obras irá a buscar constantemente sus ejemplos, como modelos que se esfuerza en seguir e imitar. Lo que de hecho pone de manifiesto en la segunda parte del título de su gramática: "sacada de los mejores autores franceses especialmente de la Academia francesa", una lista heteróclita en la que se entremezclan escritores clásicos del siglo XVII con historiadores, teólogos, matemáticos y otros autores de diferentes disciplinas. Rueda evidencia así su inclinación hacia un modelo de lengua que hay que esforzarse en seguir, aunque esté lejos de reflejar la lengua hablada corrientemente, llevándolo así a una contradicción flagrante que intenta superar. La larga lista de obras francesas que el jesuita leones presenta a los usuarios de su gramática evidencia claramente su inclinación hacia un tipo de lengua que queda reflejada en esos autores de los siglos XVII y XVIII que propone como modelos. Sin embargo, a pesar de esa posición que parece clara, no respetará siempre sus propios principios y decisiones, y se mostrará dividido  a lo largo de las páginas de su libro  entre su inclinación por los principios de la gramática general y de los grandes gramáticos de los siglos XVII y XVIII, por un lado, y los manuales más prácticos, por otro. Por mucho que insista en sus críticas a ciertos manuales de su época, que en su afán eminentemente práctico "no siguen siempre los principios de la gramática", Rueda no podrá olvidar que su libro apunta a un público amplio, interesado en aprender una lengua extranjera que se considera cada vez más necesaria. Es evidente que la nueva vía que se abre al estudio de las lenguas extranjeras, y particularmente del francés, en las últimas décadas del siglo XVIII y en los primeros años del XIX, pudo influir más de lo que él mismo admite en no pocas de las tendencias que se van perfilando en las páginas de su gramática. Por mucho que se empeñe en verter duras críticas a las gramáticas de Galmace y de Chantreau, las seguirá más de lo que él mismo confiesa. En cualquier caso, es consciente de que un aspecto fundamental en la enseñanza del francés como lengua extranjera es la adquisición de la pronunciación, y es lo que subrayará en su gramática a costa de "traicionar" algunas de sus posiciones iniciales, como cuando intenta justificar la decisión que le lleva a empezar su gramática por la enseñanza de la pronunciación y la ortografía, lo que se le antoja en principio contrario  a lo que él considera la lógica gramatical. Y por si hubiera dudas sobre su toma de posición, más ecléctica de lo que se puede pensar en primera instancia, tiene claro, independientemente de sus continuas apelaciones a un tipo determinado de enseñanza de la lengua anclado en la tradición gramatical, que su libro no está dirigido, en modo alguno, a un público restringido. Siguiendo la posición que anuncia en el prólogo, y tras un primer capítulo que titula "De la Gramática general", en el que se refiere a la definición y a la división de la gramática, pasa a presentar el capítulo II, en el que expone los principios generales de la pronunciación francesa, indicando que posee 39 sonidos representados por las 25 letras de que consta su Alfabeto. E inmediatamente después, en un apartado que titula "División de la Pronunciación Francesa", pasa a referirse al problema del enlace ("liaison") entre palabras, ya que le parece uno de los puntos más problemáticos para los españoles que estudian la lengua francesa. En este apartado, hace gala de unos conocimientos indiscutibles como maestro de lenguas que conoce bien las necesidades y dificultades que se le pueden plantear al alumno, abordando al mismo tiempo la problemática de los "registros de lengua" y afirmando que la lengua francesa tiene dos especies de pronunciación: "una para la conversación, prosa común y discursos familiares, y otra para la poesía, prosa realzada y discursos oratorios "como sermones, arengas a los Príncipes, Magistrados, etc.".

En cualquier caso, la gramática de Rueda y León no puede definirse únicamente, como hace Suárez Gómez, como un compendio sin más de las gramáticas de Galmace y de Chantreau. Aunque recoge no pocas de las propuestas de ambos no renuncia por ello a la tradición gramatical de raigambre latina propia de su formación. Y de ahí provienen sin duda muchas de las contradicciones de su gramática que parece anticuada y caduca en el momento en que se publica. En cualquier caso, es consciente de que su gramática no va dirigida exclusivamente a un determinado público, con buena formación gramatical, sino a todo tipo de usuarios, como lo indica en el propio título de la obra y como insiste repetidamente a lo largo de ella. Pero era muy difícil que pudiera imponerse entre el público tras el éxito del manual de Chantreau que seguía publicándose y siendo imitado, y así seguiría ocurriendo durante mucho años. Aunque era más rica de lo que se puede pensar en primera instancia, la gramática de Rueda y León llegó tarde, lo que explica en parte su fracaso y que fuera poco conocida y aún menos utilizada. 

Juan F. García Bascuñana  

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