Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

REALES SEMINARIOS DE NOBLES

Instituciones educativas de primeras letras y latinidad, en la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX. Los hubo en Madrid (véase /Real Seminario de Nobles de Madrid/), Barcelona, Valencia, Calatayud y Vergara. A excepción de este último, estuvieron primeramente regentados por la Compañía de Jesús, que a sus Colegios tradicionales añadió esos centros específicos para la educación de la nobleza.

En Barcelona los jesuitas asumieron en 1662 la dirección del Colegio de Cordelles, fundado en 1572. Tras el cierre de su Universidad, Felipe V le concedió permiso para impartir clases de Gramática y Humanidades, y a partir de 1739-1740 pasó a ser denominado Real e Imperial Colegio de Nobles, adquiriendo un notable impulso con el rector Josep Díaz, quien, nombrado en 1755, incrementó el número de materias impartidas, entre ellas las lenguas (Borràs i Feliu, 1983: 60). Tras la expulsión de la Compañía, fue puesto bajo protección real por una orden publicada en la Gazeta de Barcelona del 29 de diciembre de 1767, que encomendaba su dirección al capitán general conde de Ricla; fue también el inicio de su decadencia, con menos alumnos y dotación y la enseñanza reducida a materias elementales, trasladada en parte al Colegio contiguo de Belén -entonces Seminario Episcopal- y convertido su edificio en cuartel en 1773 (Oriol Moncanut, 1959: 45; Riera Fortiana, 1988: 151-153; Fontanals: 1994, 13). Los ejercicios públicos allí realizados demuestran que su currículum incluía francés, italiano, portugués, latín y griego, cuyo estudio estaba orientado a la comunicación con otras naciones y la lectura de obras eruditas (RSNB, 1757: 18); las pruebas de evaluación respectivas eran similares, consistentes en lectura y traducción al español, aunque se deduce la mayor importancia del francés, porque eran más los títulos objeto de examen (Géographie Royale de Labbé, la Politique tirée de l'Écriture Sainte de Bossuet, la Ilíada traducida al francés por Madame Dacier y la anónima De l'excellence de la devotion au Coeur adorable de Jesus) y porque añadía redacciones de cartas y disertaciones en ese idioma sobre temas prácticos para futuros dirigentes en ese idioma. Los exámenes personalizados de 1765, que realizaron cuatro alumnos, más complejos, incluían una versión literaria del francés al español y preguntas sobre los tiempos verbales y las raíces de las cuatro conjugaciones regulares (RSNB, 1766: 6); aunque el Acto académico del año siguiente vuelve a la tipología anterior: tres alumnos "trabajarán una carta, problema, disertación, ò qualquiera otra pieza en idioma frances sobre el punto, ò materia, que se les determine", y otros cinco debían leer libros franceses y griegos (RSNB, 1766: 15). Su estudio estaba regulado por las Constituciones de 1763, que indican que el francés se impartía a algunos alumnos durante el tiempo de estudio de 5 a 7, "interrumpiendole solo por espacio de media hora los que toman licion de lengua Francesa" (RSNB, 1763: 13), de lo que se deduce que su carácter era accesorio, conducente a suministrar "habilidades" como las de Música, Espada, y Danza (ibíd.: 54).

Menos datos se conservan del Real Seminario de Calatayud, adonde acudían jóvenes sobre todo aragoneses, navarros, riojanos y vascos (BUZ, Ms. 330). Tuvo una vida breve entre 1752 y 1767.

En Valencia los jesuitas obtuvieron permiso para instalar un Seminario seglar para jóvenes nobles a mediados del siglo XVI, anejo a su Colegio de San Pablo, fundado en 1552; en 1760 ambos estaban ya incorporados con esa denominación o como Seminario de Nobles de San Ignacio de Loyola (López Martín, 1984: 464). Tras la expulsión pasó a depender del Estado con el nombre de Real Seminario de Nobles Educandos de la Ciudad de Valencia. Fue cerrado con la ocupación francesa de la ciudad y reabierto al acabar, siendo regentado por los jesuitas desde 1816 hasta 1820 y desde 1827 hasta 1868, cuando fue convertido en Instituto de Segunda Enseñanza (Fernández Soria & López Martín: 196-197). El Francés se introdujo en 1767 al pasar a control estatal y quedó recogido en el nuevo Plan de Estudios de 1778, que modificaba los estudios jesuíticos (López Martín, 1984: 466-467). Ya en su siguiente etapa, por Real Decreto de 1 de octubre de 1827, pasó a regirse según sus antiguas Constituciones y el plan del Real Seminario de Madrid, concretado en la Instrucción o Reglamento de 1827, que incluía el Francés pero sustituía el Inglés por el Griego y añadía los Cánones (RSNV, 1827: 6, art. II). Al principio, su enseñanza insistía en la comprensión lectora ya que los exámenes consistían en traducir textos franceses previamente conocidos por el alumno, como hubo de hacer Antonio Miralles y Anglesola en 1788 con el Erasto de Filassier. Más adelante, se profundizó en el conocimiento de los distintos niveles del lenguaje, según revelan los exámenes públicos de 1830, que realizaron nueve alumnos: preguntas sobre el alfabeto y pronunciación, las principales categorías gramaticales (artículos, nombres, pronombres y conjugaciones verbales, regulares e irregulares) y sintaxis, que se completaban con ejercicios de traducción y análisis gramatical de lo traducido: pasajes del Telémaco de Fénelon y del Catecismo histórico de Fleury (RSNV, 1830: 35).

A diferencia de los anteriores, el Real Seminario de Nobles de Vergara fue una iniciativa de la Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País, fundada en 1765 a instancias del conde de Peñaflorida Javier María Munibe, quien, como era práctica entre los nobles vascos, había sido educado en Francia y pretendía seguir sus modelos educativos. Previamente y desde su fundación, la Bascongada impartió clases y tareas de distintas materias en francés y en castellano, aparte de la lengua francesa, personalizadas para los distintos alumnos, que rendían los correspondientes exámenes (RSNV, 1818: 206-207, 603 y ss.). En 1769 les había sido cedido el edificio del colegio jesuita de Vergara (ibíd.: 140) y en octubre de 1776 fue aprobado como Escuela o Seminario Patriótico (Chaparro Sáinz, 2009: 188). Su Plan de Estudios, que databa de 1774 y pretendía combinar enseñanzas clásicas y ciencias útiles, incluía el francés (Aguilar Piñal, 1980: 334); y buena parte de su profesorado era de esa procedencia con nombres tan reputados como el químico Proust y el físico Chabaneau (ibíd.: 335). En 1818 fueron renovadas sus ordenanzas, que planificaban una serie de asignaturas obligatorias en un orden determinado (RSNV, 1818: 8); las clases de Inglés y Francés eran cursadas de modo complementario, por selección del director, durante todo el curso de cinco a siete de la tarde, a cargo de sendos profesores especialistas (ibíd.: 10). La guerra contra la Convención obligó a su traslado temporal a Vitoria, comenzando su decadencia; en 1804 pasó a ser tutelado por el Estado y conoció a lo largo del siglo XIX diversas denominaciones y etapas hasta convertirse en centro de Segunda enseñanza. 

Algo después de la expulsión de la Compañía de Jesús y con el objeto de mejorar la educación de la nobleza, Pedro Rodríguez de Campomanes trató de impulsar nuevos Seminarios, instando a ello a las Sociedades Económicas de Amigos del País mediante un expediente incoado en 1786. Felipe de Ribero, Lorenzo Cebrián Gómez, Jorge del Río y José de Vargas Ponce redactaron el Plan de Gobierno y Estudios por el que se habían de regir, fechado el 10 de enero de 1788 y publicado dos años después. Según el modelo de los Seminarios existentes, concedía gran importancia de las lenguas, la nativa y sucesivamente la latina, francesa e italiana "así por las riquezas de la literatura que hay en todas ellas, como por el parentesco que tienen la historia y literatura de unas y otras" (RSN, 1790: 2v-3r). El estudio del francés era de los 14 a 16 años, en un sistema previsto de los 8 a los 18, lo que constituía la cuarta etapa, que abarcaba todo el primer año del ciclo y los primeros seis meses del segundo (ibíd. 22). Su método de aprendizaje combinaba la composición en francés con la práctica oral en la clase (ibíd.: 40v-41r), por lo que se disponía que la sala quinta y última de los Seminarios contase con un director francés que promoviese el uso del idioma en clase y así los alumnos pudiesen hablarlo "con perfeccion" (ibíd.: 4r, 8r). La pedagogía impulsada propugnaba la unión de trabajo y descanso, la dificultad progresiva y la alternancia de lo gustoso y lo estéril mediante la interdisciplinariedad: "asi van unidas la Historia á la Geografía con las Gramáticas con las lenguas, procurando observar el método mas natural y sencillo" (ibíd. 46v). Para la asignatura de Francés proponía como libro de texto la Gramática de Chantreau, sin duplicar los preceptos gramaticales adquiridos previamente, y la Historia universal de Bossuet en francés. Debían realizarse funciones periódicas de las diversas asignaturas, siendo las tres primeras en castellano, la cuarta en italiano y la quinta en francés. El proyecto no llegó a materializarse.

La inclusión de la lengua francesa en los planes de estudios de los Seminarios de Nobles revela su importancia en la educación de las clases nobles, "un idioma cuyo uso se ha generalizado tanto en toda Europa, y cuya utilidad le hace de los mas apreciables y le constituye entre aquellas prendas, que ayudan á ennoblecer la educación de la juventud" (RSNV, 1830: 35), decía el profesor Manuel Cerdá del Real Seminario de Nobles de Valencia en el preámbulo a los exámenes de sus alumnos. Estos ejercicios públicos de las distintas asignaturas constituían una demostración de los objetivos educativos adquiridos y servían para rubricar el prestigio social de una institución educativa para caballeros.

María Dolores Gimeno Puyol

Bibl.: