Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

LACAVALLERIA, PERE (Aquitania, ¿finales del siglo XVI? – Barcelona, 1645)

Tipógrafo e impresor barcelonés de origen aquitano, según indica él mismo en la dedicatoria de su Dictionario Castellano/ Dictionnaire François/ Dictionari Català (Barcelona, 1642), a Urbain de Maillé, marqués de Brézé, mariscal de Francia y virrey de Cataluña como representante de Luis XIII, tras la revuelta  de los catalanes contra Felipe IV en 1640. Se desconoce el año y lugar exacto de su nacimiento, aunque parece ser que se había establecido en Barcelona hacia 1618 o 1619, tras haber ejercido su oficio de impresor en Perpiñán. Se puede calcular la fecha de su llegada a la capital catalana gracias a sus palabras en la dedicatoria a Urbain de Maillé, en la que dice que hacía 23 años que estaba en Barcelona y que allí había aprendido catalán y castellano "teniendo a la imprenta como maestro". Pere Lacavalleria, iniciador de una saga de impresores barceloneses que se extiende a todo lo largo del siglo XVII,  imprime su diccionario trilingüe en la imprenta que él mismo había fundado, en uno de los momentos más álgidos de la guerra franco-española tras la sublevación de Cataluña y su acercamiento a la corona francesa. Más allá del interés lingüístico o más concretamente lexicográfico de dicha obra, debe subrayarse su oportunidad en un momento crucial de la historia de Cataluña y al mismo tiempo de la de Francia y España. Las palabras dirigidas al lector, tras la larga dedicatoria, excesivamente halagadora,  a Urbain de Maillé, no dejan lugar a dudas sobre las verdaderas intenciones del impresor barcelonés. Se trataría, a su parecer, de poner al alcance de los potenciales usuarios de su diccionario las tres lenguas que por una u otra razón están presentes en aquel momento en el territorio de Cataluña, con cierta inclinación personal hacia el catalán como idioma natural del Principado, aunque sin dejar de subrayar el interés del francés como lengua de su nuevo señor Luis XIII. Todo ello sin dejar tampoco de subrayar la necesidad del castellano a pesar de la posición declaradamente anticastellana de Lacavalleria.

Respecto a la elaboración del diccionario trilingüe no han faltado aproximaciones controvertidas. Para algunos Pere Lacavalleria solo habría sido un hábil manipulador que supo sacar provecho en su propio beneficio de las obras respectivas de dos autores esenciales del siglo XVI: Noël de Berlaimont y Gabriel Meurier. Pero tal vez sería preferible afirmar que el impresor barcelonés bebió en esas fuentes flamencas a partir de una forma de obrar de la época. Pues se trata de un impresor que parece conocer la tradición lexicográfica y gramatical, pero que no es en realidad ni un lexicógrafo ni un gramático. De ahí que publicara una obra heteróclita y poco original, aunque eminentemente práctica, que podía servir de ayuda a los que querían aprender "rápida y fácilmente" cualquiera de las tres lenguas presentadas en su "diccionario". Contrariamente a lo que sostiene H.-J. Niederehe (1999: 604), Pere Lacavalleria no se limitó a resumir sin más el diccionario de Joan Palet (1604) y el tesoro de César Oudin, que probablente conocía bien, sino que prefirió ir a buscar sus materiales en  las obras respectivas de Berlaimont y de Meurier que podían servir mejor para sus objetivos. En la obra de Berlaimont encontró lo que constituye la primera parte de su libro: los ocho coloquios relativos a situaciones prácticas de la vida cotidiana, a través de una aproximación que se podría tildar de eminentemente comunicativa, presentada en tres columnas que corresponden a cada una de las lenguas estudiadas. Y también buscó ahí la lista de vocabulario, una especie de microdiccionario que Pere Lacavallería incluye en la segunda parte de su libro, tras un prólogo que con toda probabilidad fue redactado en su momento por el propio Berlaimont y en el que el impresor barcelonés introduce modificaciones interesadas.

En cuanto a la parte gramatical, en la que abandona la distribución por columnas, fue a buscar sus préstamos en Gabriel Meurier, de cuya obra tomó tanto sus tratados de pronunciación francesa como de pronunciación castellana, introduciendo algunas modificaciones que le parecieron necesarias teniendo en cuenta el tipo de usuario de su manual. De ahí que no falten supresiones, añadidos o cambios dictados por la conveniencia, sin contar una modificación que se repite a lo largo del libro, la de poner la palabra castellano/castellana en detrimento de español/española, empleada tanto por Berlaimont como por Meurier. Sin contar que el catalán apenas está presente en la parte gramatical, limitándose Lacavalleria a una única referencia explícita relativa a la pronunciación del catalán que resulta como mínima llamativa por su falta de pertinencia.

Juan F. García Bascuñana

Bibl.: