Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

FAMILIA, IMAGEN DE LA

[véase también /mujer, imagen de la/ y  /valores morales/]

La familia siempre ha gozado de un lugar importante en los manuales en general, y en los de francés en particular. A partir del momento en que el libro de texto se dirige a un adolescente, importa presentarle a la familia como uno de los valores esenciales de la sociedad. Trabajo, Familia, Patria, lema del gobierno de Vichy durante la 2ª guerra mundial ya estaba en la mente de muchos pedagogos y políticos de finales del siglo XIX y principios del XX. La familia es el microcosmos de la sociedad entera, reproduce sus mismos esquemas, explica Jesús  Guzmán. El padre, la madre y los hijos representan el rey, el ministro y los súbditos, por eso la familia es "le modèle de toute société: une autorité indiscutable, un ministre dévoué, une obéissance affectueuse" (Guzmán, 1935?/ 1953). Es el primer núcleo en el que el niño se abre al amor haciendo a la vez  el aprendizaje del respeto y de la obediencia. Modelo de la sociedad, la familia también es, en las relaciones que mantienen entre sí sus miembros, el arquetipo de la conducta que se debe tener hacia lo divino: honrar a sus padres es honrar a Dios, ya que ellos ocupan su puesto en el seno de la familia. En tercer lugar, la familia es una entidad fundamental porque se asemeja a un espejo: "La famille est évidemment un second nous-mêmes, plus grand que nous-mêmes, existant avant nous et nous survivant avec ce qu'il y a de meilleur en nous, c'est l'image de la saine et amoureuse unité des êtres" se dice en un manual de Massé (sin fecha de publicación). Sás-Múrias en sus Lectures françaises (también sin fecha de publicación) elogia así a la familia: "On n'est tous ensemble qu'un seul cœur, c'est cela la famille".

¿Cuáles son sus miembros, sus ocupaciones, sus deberes y el papel desempeñado por cada uno en el interior de la célula familiar? El padre, eje de la familia, ejerce, como decía Guzmán, una autoridad incuestionable. Los demás miembros -esposa e hijos- le deben obediencia. A cambio de su sumisión a los deseos paternales, él les dará protección: "La femme obéit au mari, l'époux protège l'épouse" (Mirmán Contastín, 1940). De los dos esposos, él que tiene potestad sobre los hijos es el hombre: "Dans la famille, tant que dure le mariage, c'est-à-dire que le père et la mère sont vivants à la fois, c'est le père qui exerce l'autorité sur les enfants" (Guzmán, 1935 ?/1953). Deducimos  con este ejemplo que el único final posible de un matrimonio sólo puede tener lugar con la muerte de uno de los esposos. El beneplácito del padre en caso de matrimonio de los hijos es indispensable. Si el hijo todavía no ha cumplido los veinticinco años, y la hija los veintiuno, no pueden contraer matrimonio sin el consentimiento de sus padres y, en caso de desacuerdo entre el padre y la madre, prevalece la opinión de este, ya que no basta con sólo el consentimiento de la madre  (Guzmán, ibíd.). Vemos que la joven solía casarse antes que el varón, ya que a mediados del siglo XX podía casarse al cumplir los veintiún años sin la autorización paterna. El problema del matrimonio y la sumisión a los padres aparece de manera reiterada en Mme de Saint-Paul, autora de manuales para la enseñanza del francés publicados en Barcelona a mediados del siglo XIX. En una carta, María le cuenta a una amiga que su prima Ida se casa en contra de su voluntad. No quiere al hombre al que su madre la destina. Sin embargo no se lo manifiesta y finge: "Victime soumise, elle l'accueille avec aménité. Ida hait le déguisement, mais l'amour filial lui prescrit le rude sacrifice de se marier contre sa volonté. Le refus d'un si grand parti passerait, d'ailleurs, pour un caprice"  (Mme Saint-Paul, 1859). No es que la madre sea una mala madre, sólo piensa en la felicidad de su hija. Esta sabe que su deber es complacerla en todo, así que le ha ocultado sus propios gustos.  En otra carta, una joven tiene dos pretendientes entre los que puede elegir a su esposo. Ella preferiría el segundo, pero sus padres sin duda escogerán al primero que ha pedido su mano. Respetará la decisión de sus padres, aunque escribe a su amiga: "Je suis soumise à mon sort... Plains-moi, encourage-moi" (ibíd.). No siempre el desenlace es trágico: una joven escribe a su prima cuya hermana está enferma y desahuciada por los médicos. Sus padres se negaban a aceptar al pretendiente al que ella quería. Pero por fin han cedido y se va a curar (ibíd.). Los papeles están repartidos en la familia. En una descripción del comedor y de las actividades después de la cena, leemos que cada uno se dedica a sus ocupaciones o pasatiempos preferidos. La madre cuida de los más pequeños, el padre se entretiene en la lectura del periódico o de un libro y los hijos mayores hacen los deberes de clase y preparan las lecciones del día siguiente: "Quand l'heure du soir est déjà un peu avancée, nous récitons en famille le chapelet avant d'aller nous coucher. C'est une dévotion bien espagnole qu'on doit toujours conserver" (Monreal Pagola, 1941).

Los papeles de cada uno están repartidos de antemano: el padre es el jefe de familia, los sentimientos que infunde son amor y obediencia. En cuanto a la madre, es la encargada de criar a sus hijos, educarlos y cuidar de toda la familia. Ella dirige la casa y dirige el trabajo del servicio doméstico. Por la labor que efectúa, todos la quieren y le manifiestan su agradecimiento, se dice en un manual Perrier. La madre, por definición es buena y compasiva. Los distintos miembros de la familia tienen que cumplir con su tarea a la que han sido preparados  desde la infancia. Los juegos son distintos para niños o niñas: "les garçons jouent au ballon, aux quilles, à la toupie ; les fillettes sautent à la corde ou chantent des chansons tout en dansant en rondes" (Suárez Gómez, 1955) ; juegos más viriles para aquéllos, más tiernos y maternales para estas en la pàgina 22 del manual de Lengua Francesa para 2º curso de Bachillerato de Eliane López Mosnier, publicado en 1957: "Un garçonnet à cheval lève son fouet en l'air. Deux fillettes sont debout près d'une grande chaise, la plus petite porte une poupée [...] Son frère fouette le cheval de bois. L'aînée se penche pour embrasser la poupée de sa petite sœur". Los chicos están destinados a proteger a su futura familia, defender a su patria, el caballo y el látigo simbolizan la firmeza y la energía que se les pedirá de mayores. Massé presenta un texto para traducir, titulado "La juventud" en el que se trata únicamente de la masculina, cuyo deber debe ser preocuparse de  transformar su varonil adolescencia en fuerte virilidad para llegar a  ser "hombre inclinado gravemente hacia los deberes de la existencia, artista formal, ciudadano útil, filósofo pensativo, soldado de la patria, mártir si es necesario por una idea que han desenvuelto (développé) el tiempo y la reflexión" (Massé, s.a. Curso superior). En cambio, la niña, con sus juegos, se prepara para su papel de futura ama de casa y madre. En un texto de Sás-Múrias vemos a una niña con sus muñecas, que imagina que está recibiendo a sus amigas en un salón, pero su comportamiento es criticable, pues siempre charla con la misma amiga que es guapa y lleva un vestido muy bonito. Está equivocada, dice Sás-Múrias, ya que una buena ama de casa debe mostrar el mismo interés hacia todas sus invitadas, ser acogedora, solícita y afable con todas. En todo caso, le está permitido marcar alguna preferencia hacia una invitada si esta proviene de clase más modesta o se encuentra en una situación desfavorable (Sás-Múrias, s.a. Lectures françaises). Gracias a este juego con las muñecas, la niña empieza el aprendizaje de su futura vida social. Siendo jefe de la familia el padre, los autores no insisten mucho sobre sus tareas u obligaciones, aparte la de proteger a su familia. En cambio, ya que los manuales se dirigen a adolescentes, se insiste sobre los deberes de éstos para con sus padres y se recalca el papel de la mujer en la familia. Las obligaciones de los hijos son el amor, el respeto y la sumisión a la voluntad de los padres. Los autores no se cansan de repetirlo: "Aime ton père et ta mère, respecte-les et contente-les" (Perrier, s.a. 2º). Ocupan el lugar de Dios sobre la tierra así que:  "Tu les respecteras, tu les vénéreras et tu ne supporteras pas qu'ils se sentent seuls, abandonnés tant que tu pourras leur donner les soins et l'affection que Dieu te commande d'avoir pour eux, et dont leur bonté t'a, à l'avance, payé au centuple" (Mirmán Contastín, Tercer ciclo, 1941). Para ilustrar este precepto, varias lecturas edificantes nos presentan hijos modelos: en un concurso que consiste en recompensar a la persona que habrá mostrado la mayor dedicación a sus padres (Bruño, s.a. Curso element), un joven admitido en una academia militar que se priva de alimento (sólo toma sopa, pan y agua), pensando en sus padres necesitados (ibíd.), una chiquilla de 13 años que, después de la muerte de su madre, se encarga de su padre ciego y trabaja duramente de la mañana a la noche (ibíd.) . La idea del sacrificio que han tenido que hacer los padres para educar a sus hijos está presente en varios ejercicios de manuales: "Ô mon père! ô ma mère! ô mes chers disparus! qui avez si modestement vécu dans cette maison, c'est à vous que je dois tout!" (Sás Múrias, s.a. Lectures françaises). En Paul Guerlin (1929) la aplicación de los pronombres relativos sirve de pretexto para recalcar esta idea: "Aimez vos parents (de quienes) vous recevez tant de marques d'affection. Honorons et chérissons nos parents (a quienes) nous devons tout", y en García Ayuso (1883) son las concordancias de los participios: "Hijos míos, no olvidéis jamás los servicios que vuestros padres os han hecho (rendre), los cuidados que os han prodigado y los sacrificios que han debido hacer para alimentaros y para educaros". El hijo, desde que nace,  tiene una deuda hacia sus padres que tiene obligación de satisfacer:  "Nous devons chérir extrêmement nos parents puisque c'est d'eux que nous tenons la vie, la fortune et la patrie" (García Ayuso, ibíd.).

La obediencia y la sumisión que deben los niños a los padres es consecuencia del amor que sienten por ellos; no sólo los padres son los jefes de la familia, sino que también son los mejores amigos de los niños, por eso éstos tienen la obligación de quererlos siempre (Castañs, 1909). El amor trae la felicidad y la familia se convierte en el "refuge de la piété, de l'intégrité et des tendresses" escribe Fábrega  citando un   texte de Lamartine (Fábrega, 1939, 2º curso). Queda justificado el deber de amar a sus padres: "L'amour pour son père et sa mère est la base de toutes les vertus" (García Ayuso, 1883). El papel de la madre está muy desarrollado. Es el alma de la familia, en esto consiste la justificación de todas las deferencias que se le deben a la mujer. Ella es la que vela por el bienestar de sus hijos desde la más tierna infancia, su amor es incondicional. En un ejercicio de aplicación de superlativos, leemos: "L'asile (más) sûr est le cœur d'une mère" (Mirmán Contastín, 1940). La madre, protectora contra las malas influencias del exterior, es la formadora de su hijo. Le enseña a hablar, a andar, a sonreír, a querer,  a comportarse. Con dulzura y amor le va guiando en todos los pasos de la vida. En un texto anónimo, Sás-Múrias presenta un retrato de la madre: el niño desde su más tierna edad, siente la presencia de la madre a su lado, alrededor de él, encima de él, caminando cuando él camina, parándose cuando él se para, sonriendo cuando él llora. Todavía no tiene conciencia de que es una mujer, su madre. Para él, es un ángel que siempre está presente cuando lo necesita, que le calienta los dedos con sus manos cuando pasa frío, le sienta en sus rodillas, le consuela, le alimenta dándole su leche cuando es pequeño, luego su pan cuando se hace mayor, dándole su vida. Una mujer-ángel  "à qui vous dîtes, ma mère ! et qui vous dit, mon enfant! d'une manière si douce que ces deux mots-là réjouissent Dieu" (Sás-Múrias, s.a. Lectures françaises). Ella es la que enseña a su hijo a rezar y asienta en él los fundamentos de la religión. En un ejercicio sobre los posesivos, Monreal Pagola (1941) escribe: "les mères chrétiennes élèvent (sus) enfants dans la crainte du Seigneur". Este punto es uno de los más importantes: la madre se responsabiliza de la educación moral y cívica de sus hijos. Este es un argumento sobre el que se apoyan los defensores de la educación para la mujer: sin ninguna instrucción la madre no puede cumplir con su papel de formadora. En la pàgina 216 de un manual de Lengua francesa de Edelvives, sin año de edición, pero que debió publicarse en plena posguerra pues transmite ideas propias del bando vencedor en la Guerra Civil, se presenta a una madre que salva a sus hijos de una muerte inminente. Se dice que bajo el "régimen del terror rojo", se llevaron a los hijos de una familia aristocrática para fusilarlos. En el momento de la ejecución, la madre se lanzó hacia ellos diciendo: "Combien  je suis fière de vous voir donner votre vie pour Dieu et pour l'Espagne!". "Ce fut une scène si touchante, se comenta en el libro, que les rouges mêmes en furent tout émus et renoncèrent à l'exécution".

No faltan tampoco textos sobre el tema de la familia, en los que los autores de manuales a través de poemas (Legouvé, Jean Aycart, S. Hué) o de trozos literarios en prosa (Pierre Loti, Lamartine, Louis Pasteur, Mme Girardin) exaltan la importancia del papel de la mujer en en ese ámbito y, por consiguiente, la gran influencia que esta ejerce en la sociedad.

Denise Fischer Hubert 

Bibl.: