Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

VALORES RELIGIOSOS (EN LOS MANUALES DE FRANCÉS)

[véanse también /valores cívicos/ y / valores morales/]

La religión siempre había estado presente en la enseñanza de los jóvenes. Con la aprobación de la ley Moyano (1857) y la creación de los Institutos el Estado pasa a hacerse cargo de de la enseñanza secundaria. De todos modos, a partir de 1851 se asiste a un acercamiento entre los gobiernos de la época y la Iglesia, tras algunos desencuentros con los gobiernos liberales de los primeros años del reinado de Isabel II, lo que había provocado una segunda expulsión de los jesuitas en 1835. Como consecuencia del nuevo clima político se firma el Concordato con la Santa Sede (R.D. del  17 de octubre de 1851) que concede a la Iglesia Católica el poder de control de la ortodoxia religiosa en la enseñanza (art. 2). Con el art. 29, se permite legalmente a las ordenes religiosas la posibilidad de dedicación a la enseñanza., entre otras a la orden de San Vicente de Paúl, la de San Felipe de Neri y algunas más. Asimismo el Concordato reconoce la validez de los estudios de 2ª enseñanza cursados en los seminarios. El plan de septiembre 1852 confía a los decanos la facultad de visitar las cátedras y velar por la pureza de las doctrinas que en ellas se imparten, y ello tanto en los centros privados como en los públicos. La doctrina cristiana y el Antiguo Testamento entran a formar parte de las asignaturas del primer ciclo (3 años) de la 2ª enseñanza. Si a los alumnos se les enseña a tener un buen comportamiento moral y religioso, a los profesores se les exige una conducta intachable. La ley de 9 de septiembre de 1857 establece que para ejercer el profesorado en cualquier asignatura se requiere: "En primer lugar ser español, circunstancia que puede dispensarse a los profesores de lenguas vivas, y en segundo lugar, justificar buena conducta religiosa y moral" (art. 167). Contemplándose una serie de casos que pueden servir para  inhabilitar a un profesor como "no cumplir con los deberes de su cargo, infundir en sus discípulos doctrinas perniciosas o ser indigno por su conducta moral de pertenecer al profesorado" (art. 170). En cuanto a los libros de texto, tienen que ser supervisados y obtener el acuerdo de las autoridades religiosas.

A lo largo del siglo XIX se suceden los planes de estudios, dando más o menos importancia a la enseñanza religiosa aunque está presente en todos, con distintos nombres. La revolución de 1868 y la época de la 1ª república (1873-1874) constituyen un período en que la influencia de la Iglesia se relaja ostensiblemente: se impone la libertad de textos y de asignaturas a elección del propio alumno, aunque paradójicamente se produce la ausencia de los idiomas en los nuevos planes de estudio. En cualquier caso, se produce durante unos años un continuo desorden en el ámbito de la enseñanza que provoca un fuerte malestar, antes y durante el sexenio revolucionario. Soler y Arqués criticará por ejemplo, años más tarde, que, bajo el mandato del ministro de Fomento Severo Catalina del Amo, en 1866, se instaurara una asignatura obligatoria de Doctrina cristiana, religión y moral que se impartía a lo largo de seis años. Es cierto que no desaprueba dicha enseñanza en sí misma, sino más bien su organización que considera un tanto caótica: una clase común para todos, en la que el número de alumnos pasaba del centenar, impartida por sacerdotes no siempre especializados para enseñar a unos adolescentes, explicando, año tras año, nociones ya trasmitidas  en la enseñanza primaria y en el hogar familiar. Para un estudio más eficaz, comenta, habría sido preferible dividir los grupos e impartir las clases durante el primer año o en los dos primeros cursos. Profesor de francés, Soler y Arqués aboga por una "educación que desenvuelve en el hombre las grandes y saludables inspiraciones del deber, de la justicia, de la dependencia, de la abnegación y todas las altas ideas que se reúnen en la de Dios" (Soler y Arqués, 1891). En los discursos de apertura de curso, en los años que siguen a la restauración de la monarquía, encontramos idénticas opiniones. Así, por ejemplo, el director del Instituto de Burgos declara que si el hombre no es más que un mono perfeccionado, entonces que se dedique solamente a la vida presente, a lo material. Pero si tiene un origen divino, entonces la instrucción, incluso la pública, tiene  el deber  de ocuparse de los principios  morales y  religiosos, y "procurar que el hombre adquiera, además de los conocimientos que auxilien su existencia material, los importantísimos que le exigen su origen y sus deberes para con el Supremo Hacedor de todo lo creado" (Sánchez de la Campa, 1878: 9).

En cualquier caso, con la restauración de la monarquía se volverá a incluir la enseñanza de la religión como asignatura en los planes de estudios: la religión formarà parte de los contenidos del examen de ingreso en el instituto y la asistencia a las clases será obligatoria durante los tres primeros años, a menos que la familia solicite lo contrario. En 1895 se establece la cátedra de Religión en los Institutos y durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) no se produce ningún cambio notable. Con la proclamación de la 2ª república, en 1931, el gobierno resuelve en un primer momento dejar la religión reducida a un solo curso en el primer año, sin carácter confesional ni dogmático y de asistencia voluntaria. Pero los planes siguientes no se hace mención alguna a las clases de religión, y en el 6º curso se incluye la asignatura Ética y rudimentos de derecho (1932) y Filosofía y ciencias sociales (1934). Pero a partir de 1938, con la implantación progresiva del régimen surgido del levantamiento militar de julio de 1936, se produce un cambio radical: la religión estará presente en los siete cursos del Bachillerato a razón de 2 horas semanales. El contenido es el siguiente: Estudio cíclico de los principios fundamentales de la Religión Católica, primeras nociones de catecismo, para recordar y reafirmar  las adquiridas en la enseñanza primaria, moral, conocimientos de los Evangelios y de la liturgia, historia de la Iglesia y Apologética. El plan de 1953 y luego el de 1957,  modifican el contenido y el orden de esas materias, aunque se sigue insistiendo en la importancia y  obligatoriedad de la asignatura de religión. La ley de 20 de septiembre de 1938 establece normas de educación para varias décadas: se impartirá una "formación religiosa, clásica y humanística" apoyándose en "los fundamentos clásicos grecolatinos, cristiano-romanos de nuestra civilización europea" (Castro Marcos, 1943: 8). El contenido será "eminentemente católico y patriótico",  ya que "el catolicismo es la médula de la historia de España" (ibíd.). España se presenta como "defensora y misionera de la verdadera civilización, que es la Cristiandad" (ibíd). Se insiste en la "vocación de misión y de ejemplaridad" de este país que se hizo famoso por las virtudes de sus "capitanes y políticos del Siglo de Oro, formados en la Teología católica de Trento" (ibid).  Se trata de conseguir una transformación de las mentalidades que están dando muestras de decadencia "por falta de instrucción fundamental y de formación doctrinal y moral".

Ya desde el siglo XIX los manuales de francés, insistían en su voluntad de impartir  nociones morales y religiosas. Así se presenta el manual de Miracle Carbonell en su prefacio: "El autor parece haberse impuesto la laudable tarea de sembrar a cada paso máximas divinas, y documentos de moral, útiles para formar el entendimiento y corazón de la juventud cristiana". Y José Porqueras y Carreras declara también en el prólogo de uno de sus manuales (Trozos escogidos entre diversos autores antiguos y modernos para la versión directa del francés al español), publicado en los primeros años del siglo XX, que quiere amenizar su manual con "temas instructivos, morales y religiosos de los mejores autores". Josefina Ribelles (1935) insiste no sólo en la enseñanza cívica y moral, sino en la religiosa: la finalidad de la enseñanza no sólo consiste en llegar a ser un hombre honrado y un buen ciudadano útil a su país y a la sociedad, "on vous enseigne qu'il faut porter vos cœurs et vos regards plus haut, et songer qu'une vie future nous attend au-delà de la tombe". Y Mirmán Contastín declara en el prólogo de un manual de 1941 que ha aprovechado la oportunidad de la enseñanza de un idioma para escoger, como ejercicios de lectura, "textos del todo conformes con la moral cristiana, inculcando en todo momento ideas sanas sobre la religión". Efectivamente, el estudio del francés, debido a la utilización continua de textos incluidos, en los manuales, en la época mayoritariamente literarios, tiende a trabajar con no pocos de contenido religioso (los predicadores del siglo XVII, por ejemplo). Incluso las oraciones están presentes, recurriendo a ese método en sus manuales diferentes autores, algunos del siglo XX como Guzmán y Martínez, Huerta Medrano, Kucera (Pater  y Ave Maria con pronunciación figurada y traducción interlineal) o Ventura Balañà,  que presenta, bajo el título de Catéchisme, las cuatro oraciones (Pater, Ave Maria, Credo y Confiteor), seguidas de un Abrégé de l'Histoire Sainte en ocho capítulos, cuya fuente directa es el Catéchisme du Diocèse de Paris de 1895. Luego aparecen los Evangiles des dimanches ­de l'Avent de los apóstoles Lucas, Mateo y Juan. Dieciséis páginas del librito de Ventura Balañà, publicado en 1907, están dedicadas a la enseñanza religiosa.

También es notable el aprovechamiento que se hace de las explicaciones gramaticales y los ejercicios de aplicación para introducir un comportamiento religioso. En cuanto a este contenido, los autores procuran probar la existencia de Dios y luego enuncian los deberes del cristiano. Los diez mandamientos aparecen, bajo una forma u otra en la mayor parte de los manuales, así como las virtudes cardinales y teologales. En un primer tiempo, el autor  pretende demostrar la existencia de Dios apoyándose en textos de autores destacados (Fléchier, Dupanloup, Lammenais...). Después de una lectura de visión muy tradicional de Dupanloup sobre la creación del mundo, Mirmán Contastín, en un manual de 1948, hace varias preguntas al alumno: "1-Contar la obra de la creación del mundo; 5-¿En cuántos períodos de tiempo fue creado?; 7-Describid la admirable perfección que constituye la unión del alma al cuerpo del hombre". En el mismo manual, presenta un texto de Frayssinous: "L'existence de Dieu prouvée par l'ordre et les beautés de la nature". Este texto origina las siguientes preguntas: "3-Cet ordre admirable n'arrache-t-il pas même des athées, de véritables témoignages de foi? (la respuesta no figura en el texto de Freyssinous) ; 9-L'harmonie parfaite de tous les éléments ne prouve-t-elle pas l'existence d'un Être suprême qui les dirige?". Massé emplea los mismos argumentos: Dios se refleja en toda la naturaleza, que es el vivo testimonio de su existencia: el firmamento, la tierra, las mares, las bellezas de la naturaleza nos hace pensar en el autor de esta admirable obra; todo revela la presencia de Dios. En un manual anónimo de 1932, en el que solo se hace constar que el autor era profesor titular de francés en el Instituto de Tarragona (en la época dicho profesor titular era el catedrático Ramiro de Sás Múrias, que por la razón que fuera prefirió omitir su nombre), en un ejercicio de traducción inversa, se afirma: "la no existencia de Dios es una cosa que no se puede suponer que haya sido adoptada por hombre de buena fe". Y, si "también los salvajes reconocen un Dios creador y conservador del Universo", añade, ¿cómo un hombre civilizado podría dudar de su existencia? Monreal Pagola (1941) utiliza las ciencias y, en particular el cuerpo humano para probar la infinita sabiduría de Dios. Sobre la vista declara: "Dieu a placé l'œil dans une cavité de la tête, nommée orbite, entre des os très solides pour qu'il ne puisse être facilement blessé". Explica a continuación en que consiste la visión y concluye así: "Nul ne sait comment cela peut se faire, les rapports de l'âme avec le monde extérieur sont des mystères dont Dieu s'est réservé le secret". Pasando al sentido del oído dice que es un misterio de la naturaleza que Dios nos ha concedido y declara que es un motivo más para adorar a Dios, y que, por consiguiente, el hombre tiene el deber de escuchar la palabra divina explicada por los sacerdotes y nunca las conversaciones contrarias a la religión, a la pureza y a la caridad. Siendo ineluctable la presencia de Dios, ¿cuál debe ser el comportamiento de un buen cristiano? "Le bon chrétien doit respecter la loi de Dieu", sostiene Monreal. En numerosas páginas de los manuales de francés se encontrarán los mandatos que el hombre debe respetar. El decálogo aparece casi completo:

Al igual que los mandamientos, los pecados capitales y las virtudes cardinales y teologales se tratan ampliamente en los manuales de francés. Merece la pena citar algunas cualidades sobre las cuales insisten los autores. El agradecimiento es un deber sagrado: "Un beneficio recibido es la más sagrada de las deudas", se dice en un manual de 1932 (publicado por el  profesor titular en el Instituto de Tarragona), el perdón, una obligación del cristiano: "Dieu pardonne a (aquél) qui sait pardonner mais à (aquél) seul", se comenta en Bruño. El respeto hacia los demás, que sea de sus bienes, de su reputación o de sus opiniones hará que también sea uno respetado. La prudencia consiste en  saber escoger a sus amigos: "Point d'ami intime qui ne craigne Dieu, et que les pures maximes de la religion ne gouvernent en tout ; autrement il vous perdra quelque bonté de cœur qu'il ait" (Mirmán Contastín, 1940) y Bruño escribe en un ejercicio de traducción: "Il faut (es preciso) que nous, chrétiens, nous nous comportions chrétiennement, et que nous mettions l'amitié après notre foi". Bondad, dulzura, caridad, piedad son virtudes inseparables para un buen cristiano. La constancia y firmeza en el esfuerzo de alcanzar el bien, el saber resistir a las tentaciones llevará al hombre por el camino de la perfección.

En cuanto a los defectos o vicios, son severamente criticados. La avaricia, la ambición, la envidia y la cólera son plagas mayores y más peligrosas en las almas que los abcesos y las úlceras lo son en los cuerpos dice  el profesor titular anónimo del Instituto de Tarragona (1932). Y completa más adelante su censura: "La adulación engendra el orgullo y el orgullo es siempre el escollo fatal de todas las virtudes". La gula rebaja al hombre al nivel de las bestias y Mirmán Contastín (1948) pregunta: "Que pensez-vous d'une personne qui se force à manger alors même qu'elle n'a plus faim? Les animaux se conduisent-ils mieux?". Muchos condenan el abuso del alcohol: "De tous les vices (el) qui dégrade le plus l'homme, c'est l'ivresse", comenta Paul Guerlin en 1929. Mirmán años después (en 1941) aconseja en un ejercicio sobre los pronombres personales: "Si on vous dit que l'alcool est sans danger, n'.... croyez rien. L'alcool mine la santé, réfléchissez-... [...] L'alcoolisme est un vice horrible, vous saurez vous ... préserver". No son pocas las citas de este tenor, lo que puede parecer extraño en manuales para niños y adolescentes.

Se puede comprobar cómo bajo una forma directa (lecturas, traducciones) o indirecta (explicación de un contenido gramatical), la enseñanza religiosa ha salido de los límites de las clases de religión para introducirse en las de idiomas. Durante  el franquismo esa tendencia se acentúa y se intenta transmitir  el siguiente mensaje: lo que ha hecho la grandeza de España es su catolicidad. Ha evangelizado el mundo y ha sido  una "nation protectrice" para sus colonias, según comenta Mirmán Contastín (1941), luchando en nombre de la religión. Este combate ha ido dirigido también contra escritores considerados  heterodoxos o incluso potencialmente peligrosos por sus ideas o su manera de obrar, con la consiguiente exclusión de las  paginas de los manuales de muchos de ellos en determinados momentos, siendo el caso más  evidente el de los filósofos del siglo XVIII.

Corpus de manuales citados:

Denise Fischer Hubert

Bibl.: