Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

REVOLUCIÓN FRANCESA

La Revolución Francesa (1789-1799) tuvo eco desde muy pronto en los manuales de francés. Y ello a pesar de que la producción de manuales para aprender francés no fue muy abundante en esos años, quizá por la preponderancia del Arte de hablar bien francés de Chantreau, cuya primera publicación data de 1781 y que tuvo tres reimpresiones hasta 1804. A lo largo de todo el siglo XIX e incluso ya entrado el XX, conoció numerosas ediciones corregidas, revisadas o adaptadas por varios autores. Se publicó también esta obra en Francia desde principios del siglo XIX y hasta se adaptó para uso de los Colegios hispanoamericanos en la editorial Garnier de París. El auge de este libro impidió probablemente que surgieran manuales de importancia en los años de la Revolución Francesa. Por otra parte, el estudio de la lengua francesa, considerada en la época como "lengua universal" -una especie de lingua franca utilizada en las cortes europeas y en los ambientes aristocráticos- se había convertido en una prueba de buena educación. Los ilustrados de finales del siglo XVIII advertían que una muestra incontestable de "poseer cultura" consistía en conocer las principales obras europeas, que fundamentalmente venían de Francia. Al estallar la Revolución su posición no resultó fácil y tuvieron que moverse en la ambigüedad: el francés era la lengua de la cultura, la lengua de uno de los países más civilizados de la época, pero los sucesos acontecidos durante la Revolución tuvieron un profundo impacto. Si los ilustrados podían sentir simpatía por algunas ideas generosas de la Filosofía de las las Luces, pronto se vieron decepcionados en sus esperanzas por los excesos cometidos por el pueblo francés y sus dirigentes. La ejecución de Luis XVI y de la reina, las matanzas indiscriminadas durante el período del Terror y la descristianización impresionaron muy negativamente a muchos españoles. El francés ya no aparecía como la lengua del pueblo más civilizado; para justificar la publicación de un manual de francés, había que buscar otros argumentos. Novella, en 1813, reconoce que el francés forma parte de una buena educación, es útil a todo literato, así como a los viajeros y añade "principalmente para los que se dediquen a la brillante carrera de las armas, ó del comercio" (1813: prólogo). A la noción de cultura se va a añadir la de utilidad, ya que todas las novedades de Europa ya sean técnicas o científicas, pasan por el francés que es de alguna manera el eje de todos los saberes.

Las repercusiones de los acontecimientos de la Revolución francesa fueron cambiando a medida que iban pasando los años. En un primer momento causaron estupefacción y horror y tenemos algunos testimonios de los que vivieron aquellos momentos. Luego, con el paso del tiempo, se llegó a una reflexión más objetiva de los hechos. Siguiendo un orden cronológico se tendrán aquí en cuenta las referencias a la Revolución Francesa, dando preferencia a las ideas y actitudes  más personales que a los textos literarios extraídos de escritores franceses. El propio Novella introduce en su libro un diálogo entre el profesor y su nuevo discípulo. Como este ya tiene nociones de francés, el maestro le muestra un libro que trata de la revolución francesa "ó sea la persecución suscitada por los bárbaros del siglo diez y ocho, contra la Religión Católica y sus Ministros" (1813). Este es, en efecto,  el mayor reproche que Novella hace a los "bárbaros" (¿enciclopedistas del siglo XVIII, Ilustrados que, por sus escritos, despertaron las ansias de libertad, incluida la de culto?). Novella hace referencia al decreto votado por la Asamblea Constituyente en julio de 1790, firmado por Luis XVI un mes después, que reorganizaba el clero, dividiéndolo en clero constitucional (que había prestado juramento a la Constitución) y el clero refractario, que se había negado a prestar juramento. Bajo el reinado del Terror, ni siquiera el clero constitucional pudo gozar de más libertad en el ejercicio del culto que el refractario. Gran número de clérigos cayeron bajo la guillotina. El alumno de Novella se declara satisfecho de esta elección ya que, cuando ocurrieron los hechos, veinticuatro años antes, él era muy joven para interesarse por ellos, pero ahora que todo el mundo habla de ellos, le encantará conocer la verdad. El profesor le indica que fue esa la intención al regalarle el libro: "á fin de que vmd. llegue a tener conocimiento que la nacion mas ilustrada, baxo el reynado del desgraciado Luis XVI cayó en lo mas baxo de su brutalidad" (ibíd.). Después de leer esta obra, la comentarán: "me dirá si veinte y quatro millones de locos habrían empezado á degollarse unos con otros, sin saber, ni por qué, ni cómo, lo hicieron los señores franceses" (ibíd.). Estos actos, según Novella, dan cuenta de la enajenación de todo un pueblo, de un histerismo inconsciente, pero contagioso, que hace que no se den cuenta de su aberración.

Un año después, aparece una obra en 10 volúmenes, titulada Historia de la Revolución de Francia escrito por Grimaud de Velaunde (1814) que utiliza como fuentes, nos dice en su Prólogo, "los mejores autores franceses",  -no cita nombres, pero se supone que se trata de emigrados- sin olvidarse de La historia de la conjuración de Orléans escrita por el abate Monjoie "crucificado por orden de Bonaparte á la puerta de su casa en París el año de 1798"). No se trata de un relato imparcial, pero se nota una reflexión que representa los pensamientos de la mayoría de los españoles. Nos presenta unas escenas atroces "por las sangrientas batallas [...] los motines y alborotos populares", pero también reconoce que hubo brillantes acciones y rasgos de heroísmo. La culpa de estos acontecimientos sanguinarios, la tienen los fanáticos que guiaban al pueblo francés, víctima de su tiranía, incitándole "á baylar tan pronto alrededor del árbol de una libertad imaginaria, como en torno de los cadalsos que levantaban para inmolarse unos después de otros" (ibíd.: II-IV). El pueblo francés, modelo para otros muchos por la firmeza de su gobierno, por las producciones que realizaba, por la influencia que tenía fuera de sus fronteras se ha visto inmerso en medio de una "conmoción terrible y espantosa" (ibíd.: V) ¿Qué libertad puede haber, se pregunta Grimaud de Velaunde cuando "el delirio y la fogosidad presiden á las deliberaciones del pueblo"? Cuando más desenfrenado está el pueblo, más cree ejercer su libertad. Y como es desatinado e inconstante, viene a ser presa fácil de los ambiciosos, los facciosos y los tiranos. Los franceses, rebeldes contra "el mejor de los reyes" se han vuelto siervos de los déspotas y blanco de la venganza de las demás naciones. El crimen que han cometido al engañar, encarcelar y asesinar a la familia real así como al clero, será difícil de olvidar. Sólo se podrá borrar "la ignominia de tanta sangre vertida en el trono y en el altar" (ibíd: XII) deshaciéndose del tirano usurpador (Napoleón). En 1826, varios años después de la publicación de esta Historia, sale un Método práctico para aprender los elementos de la lengua francesa en el que, curiosamente, Grimaud de Velaunde no hace ninguna alusión política o histórica. Su Historia se reeditó dos veces (1822 y 1870).

Bouynot, en 1815 en sus Lecciones prácticas o nuevo método para aprender el idioma francés no hace ninguna mención a la Revolución, pero en una nota que explica un poema, escribe: "Obsérvese bien que los versos que llevan el nombre de Rousseau, no son del famoso Rousseau de Ginebra, cuyas obras son tan perversas que nunca las he querido leer". Afirmación que muestra el rechazo, por parte de no pocos autores de la época, de los filósofos del siglo XVIII, considerados causantes de disturbios e insurrecciones.

Laverdure, sacerdote francés establecido en San Sebastián, declara que para escribir los textos de su manual  El Maestro francés, se inspiró en un manual inglés. No sabemos en qué medida, pero parece ser que la parte que nos interesa aquí sea de origen inglés. De hecho poco importa, ya que ingleses y españoles podían formular las mismas quejas sobre los acontecimientos de Francia y recibían emigrados que huían de las convulsiones que agitaban su país. En la tercera parte de su Manual, Laverdure (1842) presenta un texto en el que el marqués de Gaston decide emigrar "lorsque l'anarchie, cette hydre à cent têtes, avilissoit, ravaloit, et dévoroit notre patrie". Solicita y obtiene un pasaporte de Robespierre. Está, pues, en regla y por esto decide que no viajará con otros emigrados que huyen de la policía. Se aviene con un capitán de barco que le llevará a él y a su criado hasta Perú, pero una corbeta inglesa los intercepta y los lleva prisioneros a Inglaterra. Una vez en Londres, el Superintendente de policía los entrega al Presidente de los Ministros que los conduce al palacio real. Allí el rey les pregunta los motivos por los que han salido de Francia y contestan que lo han hecho para "huir de los males que padece nuestro país y salvar la vida" y acaba afirmando el marqués que millares de emigrados pueden responder de su posición social y de la incorruptibilidad de sus principios políticos. Y efectivamente, la alta sociedad francesa de Londres (entre otros un cardenal y dos obispos) les abre sus puertas. Se comentan los sucesos, llegando a esta conclusión: "Robespierre lui-même périra; il a beau s'environner de sicaires, il tombera avec ses clubistes, ses septembriseurs, ses sans-culottes, sous le tranchant même du couteau assassin, dont il a armé leurs bras sanguinaires" (ibíd.). El texto, hasta entonces didáctico se hace polémico con un fuerte contenido político.

A partir de mediados del siglo XIX, encontramos lecturas de escritores franceses que interpretan la Revolución francesa como adversarios o partidarios de ella [véase /Actualidad de los acontecimientos históricos (1820-1920)/]. Herouart (1856) incluye en su manual de 1856 varios textos de Lamartine que demuestran la crueldad y la ferocidad de las masacres: "Massacre des Suisses", "Assassinat de la Princesse de Lamballe", amiga íntima de la reina, degollada, mutilada, cuya cabeza enseñan, en la punta de una lanza, a Marie-Antoinette. En "La mort de Louis XVI, roi de France" (ibíd.), Lamartine recalca la actitud impregnada de dignidad y de valor del rey. Su comportamiento tan noble contrasta con el salvajismo de los federados y republicanos fanáticos. "La mort de Marat", del mismo autor, es el reflejo de la lucha entre Girondinos, con los que Charlotte Corday veía que se podía realizar su sueño de una república pura y sometida a leyes regulares, y los Montagnards, de fuerte inspración de izquierdas e impulsores del Terror. "Le supplice des Girondins" (ibíd.) se presenta como un modelo de sangre fría, de dignidad e integridad. Los Girondins van al cadalso cantando la Marsellesa para dejar al pueblo un ejemplo de muerte republicana y hasta el último en caer suena el "hymne à l'éternité de la Révolution".

En un texto escueto, cuyo autor es designado de manera un tanto vaga como Lévi, sin ningún otra indicación, se enumeran las causas de la Revolución, pero sin desarrollarlas: el excesivo poder de la monarquía; el mal estado de las finanzas, la inmoralidad de las clases elevadas, los escritos de los filósofos, la resistencia a las reformas y el antiguo resentimiento de las clases medias e inferiores. Luego Lévi pasa rápidamente a referirse a los acontecimientos revolucionarios y a la Convención Nacional con este único juicio: "Robespierre, chef de ceux-ci (= les Montagnards) porte la terreur au comble: toutes les villes de France sont inondées de sang; la vertu est poursuivie; le silence est un crime" (Elices, 1899).

Sobre la muerte de María Antonieta, podemos leer, en el manual de Elices,  el texto de Jules Janin que debió de tener mucho impacto en España ya que figura en varios manuales. Nacido en 1804, Janin no conoció la Revolución, pero habla del calabozo de la reina como si hubiera estado allí: aire infecto, techo cubierto de inscripciones blasfematorias, suelo húmedo y helado, puertas con tres cerrojos y en su misma celda un centinela día y noche que no le deja ninguna intimidad. Después del anuncio de la muerte del rey se le vuelve blanco el cabello que había sido admirado por toda la corte y tiene que ir al cadalso con los andrajos que le quedan. Se trata de un texto dirigido a despertar la compasión hacia una mujer que tuvo la desgracia de nacer princesa. Inmediatamente después de esta lectura, Elices transcribe un texto de V. Hugo sobre la muerte de Mirabeau en el que nos presenta una muchedumbre silenciosa, consternada, mujeres sollozando, un joven pretendiendo abrirse las venas para ofrecer su sangre al moribundo, "ce n'était pas seulement un homme, c'était un peuple qui allait mourir", dice Hugo (Elices, 1899). Como vemos, los autores de manuales presentan las lecturas con imparcialidad, alternando textos proclives a la monarquía con otros que se inclinan por la Revolución. La versión de la muerte de Mirabeau, escrita por Thiers, presente en las Leçons de Tramarría, de 1846, también insiste en la multitud silenciosa que rodeaba la casa de Mirabeau, las palabras de este genio "si nobles et si calmes" (1848), el duelo general y el apoteósico funeral. Estas lecturas de  autores franceses no expresan los sentimientos del autor del manual, pero permiten difundir entre el público adulto y adolescente ciertas ideas que, se supone,  se prestan a comentarios en clase.

Más interesantes son los textos escritos por los propios autores de manuales porque reflejan la opinión que se tenía en España de los acontecimientos que ocurrían en Francia. Vila Iglesias (1861), al final de su libro, escribe, en su "Reseña histórica sobre la Francia", una única frase sobre la Revolución: "En 1792, la royauté fut abolie et remplacée par la république. Le sang français coula sur tous les points: à l'intérieur, des hommes sanguinaires promenèrent l'échafaud pour assassiner de paisibles citoyens". Chartrou (1869), en una composición firmada por él mismo y con fecha de enero de 1864, en el estilo pomposo que le caracteriza, celebra la revolución « déplorable, il est vrai, par les excès sanguinaires qui l'accompagnèrent, mais dont l'humanité comprimée, asservie, est sortie aussi riante et aussi robuste que les fleurs de champs après un violent orage, à l'apparition du bienfaisant soleil".

Ya en el siglo XX, Seco y Marcos (1934) propone, sobre la época de la Revolución,  unas composiciones sin firma de autor. Es de suponer que son fruto de sus lecturas y de sus propias opiniones, ya que otros textos llevan nombre de un escritor francés. Difunde varios aspectos de la revolución. En "El juicio de Luis XVI", el rey aparece tan digno y resignado que conmueve a sus guardianes por su piedad y por las atenciones que muestra hacia el delfín, dándole clases de historia y geografía en la cárcel, el valor y la firmeza con  que sube al cadalso impresionan. Muy distinto parece el trato que tuvo María Antonieta, como lo describen otros autores inspirándose de Jules Janin. El ayudante de cámara del rey elogia la humanidad, la cortesía de los magistrados y de los miembros de la Commune encargados de su vigilancia. En el texto siguiente, "La Convention (1792-1795)" (ibíd.), Seco enumera todos las ventajas que esta trajo a Francia: la creación de escuelas primarias (después de la disolución de las congregaciones religiosas), la fundación de "escuelas centrales", con su papel en la enseñanza secundaria, y de "escuelas especiales" para la enseñanza superior (Polytechnique, Ponts et Chaussées, Mines), "escuelas de salud" que serían luego las escuelas de medicina, la habilitación del "jardín du roi" en Museum, la creación del Conservatoire des Arts et Métiers, del Institut, del Musée central des Arts, origen del Museo del Louvre. Para Seco, quizá la obra de la Convention que más consecuencias tuvo fue la institución del sistema métrico. Pero también Seco cuenta, en la lectura "La Terreur" (ibíd.), los excesos de la Convención que desplegó una energía despiadada en la época de la dictadura de Robespierre: en dos meses 1200 personas fueron guillotinadas, y en los 420 días que duró el Terror, se pronunciaron 2.700 sentencias a muerte. Seco analiza la personalidad de algunos hombres de la Convention, entre ellos a Robespierre, creador del culto al Ser Supremo. Quería, nos dice Seco, el reinado de la virtud y, para lograrlo, utilizaba los medios más violentos, guillotinando a los que no encontraba virtuosos. Lo presenta en alguna ocasión como hipócrita y calumniador, con una mentalidad limitada y una fuerza de voluntad extrema, como un fanático. Luego Seco pasa a algunos usos revolucionarios: instauración de un calendario revolucionario, cambio de nombres de algunas ciudades y del mobiliario, creación de un "certificado de civismo", sin el cual no se podía salir durante el Terror, organización de fiestas republicanas. Nos explica la composición del gobierno durante el Directorio y la moda de los Incroyables et merveilleuses de la misma época. Estudiando la industria, el comercio y la agricultura a lo largo de la historia (ibíd.), hace un balance positivo de lo que aportó la Revolución. Comenta que antaño la gente de un mismo oficio estaba agrupada en corporaciones con reglamentos muy estrictos y subaraya que la Revolución suprimió estos impedimentos y el trabajo es libre desde entonces. Gracias a la venta de los bienes nacionales, los progresos en la agricultura fueron extraordinarios porque numerosos campesinos consiguieron ser propietarios. Con la reducción de los impuestos que grababan a los agricultores y la supresión de  las trabas  del comercio de la producción agrícola, el campesino tiene una vida más libre y más fácil. En cuanto a la justicia, La Revolución, en su Déclaration des Droits de l'homme, da los principios de cómo hacer justicia: se suprime la venalidad de los cargos, las penas son menos duras (excepto durante el Terror), y la justicia es igual para todos. Bajo el Consulado, Bonaparte creó una organización judicial moderna. En lo que se refiere a los impuestos, la misma Déclaración establecía una contribución común repartida entre los ciudadanos según sus posibilidades,  dándoles la facultad de comprobar por si mismos la necesidad de dicha contribución. Los impuestos indirectos se suprimieron, aunque luego fueron restablecidos por el Imperio. En el ejército, la Revolución permitió a cada uno alcanzar los diferentes grados, según sus méritos. Como puede verse, la interpretación de la Revolución francesa en los manuales de francés ha ido evolucionando con el paso de los años: de la oposición categórica en los años inmediatamente posteriores a los hechos, manifestada por los propios pedagogos, pasamos a los relatos de escritores franceses para llegar, a principios del siglo XX, a un balance más equitativo de los pros y contras de una situación histórica que condujo a una sociedad moderna más justa.

Denise Fischer Hubert

Bibl.: