Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

MUJER, IMAGEN DE LA (EN LOS MANUALES DE FRANCÉS)

[véase también /familia, imagen de la/]

Hasta el siglo XIX, los manuales de francés estaban destinados sobre todo a los hombres y principalmente a los adultos. No se sentía la necesidad de instruir a las chicas por miedo a que se volvieran pedantes y vanidosas. En cuanto a las mujeres casadas, su destino era ocuparse de su hogar, cuidar de sus hijos y hacer feliz a su esposo; lo demás era superfluo. Las alusiones al mundo femenino son escasas en aquellos manuales. La mujer aparece en los diálogos sobre las compras: adquirir telas, objetos de la casa. También vemos figuras femeninas en las posadas y albergues donde el viajero pide a la criada que le traiga comida o que le arrope en la cama. En realidad estos diálogos no son típicos de los manuales de francés para españoles. Corresponden a una tradición de manuales flamencos, holandeses que circularon por toda Europa, traducidos a varios idiomas. A mediados del siglo XIX, asistimos a un giro en la enseñanza del francés con la creación de los institutos de provincia. El libro de texto ya no se dirige a adultos sino a niños y adolescentes. La figura femenina empieza a aparecer muy paulatinamente y no sólo como simple referencia, sino como utilizadora del manual. Ya en el siglo XVIII, un siglo antes de la ley Moyano, el sacerdote Baldiri Reixac, preconiza la educación de las chicas por un profesor, no a solas con él, sino en presencia de sus madres: aprendizaje de la lectura, la escritura, las reglas de política y las ciencias humanas. Lo justifica afirmando que la mente femenina es tan capaz como la masculina de aprender las ciencias que serán de gran utilidad a la mujer gobernante de su casa y responsable de la economía familiar. Con la lectura, la joven evita la ociosidad, las diversiones y las tentaciones. Saber leer y escribir, para una mujer le proporciona un medio de poder orar y meditar, no causa su perdición si utiliza el estudio para el servicio de Dios, del prójimo o propio y  no se volverá soberbia y sabihonda.

Los pedagogos del siglo XIX, influido por el krausismo, como Fernando de Castro, luchan por elevar la cultura de la mujer. La escritora, editora y feminista Concepción Gimeno de Flaquer analiza en La mujer española (1877) las razones de los que rebajan a la mujer: "Este mismo empeño de zaherir a la mujer manifiesta claramente su gran importancia; si la mujer valiese poco, no se ocuparían de ella personas notables". El supuesto delicado organismo de la mujer que se debilitaría con el estudio, desecándole el corazón no son más que pretextos falaces para alejar a la mujer de los estudios y restringir su campo de acción a las cosas fútiles que sólo son un adorno para lucir en sociedad. Ahora bien, se quiere limitar su papel a educar bien a sus hijos, pero "nadie se ha detenido en pensar que esta educación no puede darla la mujer, si no posee un caudal de conocimiento suficiente" (ibíd.). Su conclusión es que el hombre y la mujer deben recibir la misma educación intelectual y moral. Los congresos nacionales pedagógicos se hacen eco de la preocupación de los enseñantes por la cultura de la mujer. La 4ª y la 5ª sesión del congreso celebrado en 1882 abordan el problema de si la mujer tenía reservado, por naturaleza el papel de madre y esposa, o si tenía el mismo derecho que el hombre a acceder a un puesto en la sociedad. Las opiniones varían de un conferenciante a otro. Agustín Ruiz Yanguas (Actas del Congreso Nacional Pedagógico, 1883) aprueba una enseñanza primaria para la mujer, pero nada de "doctoras y bachilleras". Mientras que no falta tampoco el que exclama: "No les cerremos la entrada al Instituto, a la Universidad, a la Escuela superior o profesional" (ibíd.), porque no se consigue nada por la violencia, y además serán pocas las que libremente escojan cursar estudios superiores.

¿Dónde pueden cursar estudios las jóvenes? En este tema, también hay divergencia de opiniones incluso tratándose de la escuela de párvulos y la primaria. Cayetano Collado Tejada sostiene que "las escuelas de párvulos deben ser regidas por el hombre auxiliado por la mujer, de la misma manera que lo es la familia, de que no son más que una sucursal o continuación. En España es conveniente separar ambos sexos a la salida de estas escuelas" (Actas del Congreso Nacional Pedagógico, 1883). Lo mismo opina José Campos Miravete alegando que el destino de cada uno es distinto (ibíd.). En cambio Joaquín Sama opina que "la escuela es una preparación para la vida; reflexionemos y pensemos que la escuela debe ser copia, en pequeño, de cuanto pasa en la sociedad [...] ¿Cómo se sostiene que en una escuela deben estar los sexos separados? Pues qué, ¿lo están en la vida?" (ibíd.). En cuanto a los institutos, creados en un principio para la formación de los chicos, quedan abiertos para las chicas por una Real Orden (11-VII-1888) con la siguiente restricción: la junta directiva del mismo instituto, tras deliberar caso por caso, será la que decidirá sobre la conveniencia de matricular a alguna chica. Esta Real Orden queda derogada por la de 8 de marzo de 1910 en la que se suprime cualquier traba a la matricula femenina. Las jóvenes van incorporándose  poco a poco a los institutos, hasta que se crean los institutos femeninos en 1929, reanudándose la coeducación masculina y femenina en 1978. En algunos manuales de francés del siglo XIX, encontramos alusiones a un público femenino. Tramarría publica un Compendio de gramática francesa para uso de los españoles dirigido no sólo a chicos que no pudieran dedicarse detenidamente al estudio del francés, sino también a chicas: "Las señoritas, que reciben ahora una educación esmerada en nuestro país, son las que más necesitaban para aprender el francés un libro elemental arreglado a su tierna edad, en el cual pudiesen hallar con menos trabajo que en las gramáticas publicadas los conocimientos que se proponían adquirir" (1852: Advertencia). Laverdure (1842) presenta a una madre preocupada por la educación de sus hijas que ha dejado al cuidado de su tía. En una carta, le recomienda que vigile bien la ortografía de sus hijas y, en particular el empleo de la concordancia de los participios ya que con ella se juzga el grado de instrucción que ha recibido una persona y añade : "il est vrai que l'on fait communément grâce aux Dames de l'observation de ces règles, mais il est bien plus honorable de ne pas se mettre en même de mériter une telle faveur". Este mismo autor, en una parte de su manual titulada De la civilité: retazos curiosos de física para que sirvan de testo en la traducción, presenta a un padre con sus dos hijos, chico y chica. Les da consejos sobre la manera de comportarse en cada momento del día, dedicando algunos párrafos a su hija ya que el papel que esta tendrá en la sociedad es distinto del de su hermano. Al levantarse por la mañana, tienen que cubrirse para que no se pueda ver todo lo que tiene que quedar tapado. "C'est surtout à vous ma fille, que je recommande cette précaution, la pudeur est de rigueur pour les deux sexes, et d'une rigueur encore plus grande pour les femmes" (ibíd.). En el capítulo del vestir, también hay una mención especial para las chicas : es normal que se preocupen de sus vestidos ya que "votre sexe a besoin de plaire" (ibíd.), pero no deben excederse, porque entonces no serán estimables y se las juzgará con severidad. La simplicidad y la modestia en el atuendo harán que se las aprecie por su gusto y su espíritu. Si intentan llamar la atención con modas extravagantes, sólo serán ridículas. En cuanto a su comportamiento en la sociedad, la decencia es la cualidad esencial. En compañía de hombres, el trato no debe ser muy íntimo, no se trata de huir de ellos con afectación sino de no buscar demasiado estar entre ellos. Por su reserva, su modestia, su decencia, la chica se hará respetar, y si alguien se sobrepasa, con una mirada severa ella le parará. Cuando se digan expresiones con doble sentido ante ella, deberá fingir que no las ha entendido y, si son palabras indecentes, que se retire con dignidad si puede, si no que muestre su desprecio. Si la chica es instruida, que no haga alarde de ello, lo que el orgullo masculino no le perdonaría y  la consideraría pedante. A una chica de poca instrucción,  lo que más le conviene es callar; es un papel muy fácil y además agrada a todos. Sobre todo que no lance la conversación sobre la moda, vestidos o peinados, es lo que aborrecen los hombres pues es la más tonta de las conversaciones (ibíd.). Otro defecto en el que no debe caer la joven, es criticar el atuendo de sus compañeras, esto sólo probaría que no tiene buen corazón. Otra autora del siglo XIX, Mme de Saint Paul, dedica parte de su manual a cartas femeninas: de chicas a sus padres o parientes, a sus amigas y también cartas masculinas en las que se habla sobre todo del sexo opuesto. Algunas chicas estudian en un internado y escriben a sus padres para avisarles que han sido premiadas por su aplicación y buena conducta, pero la mayor parte se quedan en casa mientras sus hermanos cursan estudios en la ciudad. Estas cartas evocan las cualidades requeridas en la época y las ocupaciones de estas chicas: bordar, hacerse visitas. Cuando se casan -y este es el tema principal que ocupa la mente femenina- el tono de la carta se tiñe de resignación y de melancolía si ya no tienen ocasión de volver a ver a su familia a menudo.

A partir del principio del siglo XX, con el acceso más frecuente de las chicas a los estudios, los autores de manuales, profesores de institutos, se dirigen más frecuentemente a ellas. Perrier empieza unade sus lecturas con "Jeunes lecteurs et jeunes lectrices"  y Kucera da, en el Prefacio de un manual de 1946, algunas indicaciones al utilizador de su manual: el profesor se podrá detener más o menos tiempo en algunos temas de sus lecciones, según la edad y el sexo del público que tenga "ejemplo: las lecciones de «La Gimnasia» y de «El Automobilismo» para los niños, y la de «La Modista» para las niñas". Mirmán Contastín, en la rúbrica Causons un peu de un manual de 1948 propone las siguientes preguntas que claramente van dirigidas a las chicas: "Savez-vous coudre? Est-il utile de savoir coudre ses vêtements ? Est-ce agréable? Pourquoi? Savez-vous réparer, repriser vos vêtements?", y después de un texto literario, La mère des Gracques, "Savez-vous tricoter? Comment tricote-t-on ? Savez-vous broder?". El bordado y las labores de punto parecen ser las principales actividades de las chicas. "Que fait-on faire aux élèves de ce pensionnat?" pregunta Benavent (1888) dando en seguida la respuesta : "Aux élèves de ce pensionnat, on les fait broder".

¿Qué imagen se da de la mujer en los manuales de francés? Por lo general, en los ejercicios propuestos a los alumnos para la formación del femenino del adjetivo, los calificativos empleados no son muy halagadores para las jóvenes: "Cette femme est (prétencieux), (altier), (malin) et (railleur) malgré ses apparences (doux) et (bon)" (Monreal Pagola, 1941). O: "cette Jeune fille n'est pas (travailleur); de plus elle est (boudeur) et (menteur)... Cette (gentil) fillette trop (gros) est souvent (las)... Cette femme a une physionomie (doux) et (franc), mais elle est (faux) et sa voix est (sec) et (aigu)" (Perrier). Son indiscretas, caprichosas, orgullosas, coquetas. Mirmán (1948) pregunta: "Les vêtements féminins suivent-ils toujours les lois de la raison? Et les vêtements masculins? Donnez des exemples"). Estas preguntas recuerdan un texto de Alfred Mézières, citado por Perrier (2º grado), en el que un padre da consejos a su hija que está en América y le pide dinero para ir a una fiesta. Se extraña de que ella ya no hile ni haga labores de aguja queriendo, en medio de la  miseria universal, adornos para su vestimenta. ¡Que haga como su padre, que lleva su ropa hasta que se agujerea, así podría obtener encaje y si quiere adornarse con plumas, las podrá encontrar en las colas de los gallos americanos! (Perrier, 2º grado). Claro que se trata de una joven que vive en la ciudad ya que "la jeune fille de la campagne ne porte ni émail ni corail, la simple fleur des champs lui suffit" (Perrier, 3er grado). ¿En qué consisten las cualidades que se desea encontrar en una joven? "Las virtudes son las mejores joyas de una joven" (Monreal Pagola, 1941). En el manual de Mme de Saint Paul (1859), los jóvenes enamorados se dedican al panegírico de su amada: "Votre caractère si poli, si doux et si affable vous attire tous les cœurs"; "Votre regard modeste, votre gracieux sourire, votre beauté, votre affabilité, tout en vous a captivé mon âme..." (ibíd.); "ma gentille Joséphine, je vous vois comme une rose à peine éclose, comme une belle fleur dont la tige ploie au gré du zéphir..."  (ibíd.). Belleza, modestia, dulzura, amabilidad son atributos femeninos así lo expresa López Monís (1919): "la modestia en acciones, pensamientos y palabras es el mayor encanto de una mujer". Encontramos una descripción un tanto pintoresca de la mujer catalana por un joven recién llegado a Barcelona por negocios. Paseando por la Rambla se encuentra con tal cantidad de mujeres hermosas, llenas de gracia y atractivas que no sabe qué admirar más en ellas: su pelo, sus dientes "africanos",  sus andares "asiáticos" o su mirada. Hasta en el abrir su abanico en el teatro muestran arte y salero (De Saint Paul, 1859). Las ocupaciones de la mujer consisten principalmente en las llamadas "labores propias de su sexo". En una lista de vocabulario, encontramos los verbos: hilvanar, zurcir, hilar, descoser, planchar, bordar, hacer calceta, lavar, tender la ropa, secar y esta serie de sustantivos: tijeras, rueca, la plancha, el almidón, la planchadora y la lavandera (Bruño).  A esta lista sigue un ejercicio de traducción inversa para utilizar este léxico. Desde luego, las labores de casa la entretienen bastante: "una mujer de su casa  debe saber cuidar los vestidos, coser la ropa blanca, zurcir los calcetines y, en general, hacer las principales labores de la aguja" (Suárez Gómez, 1955). Su profesión principal una vez casada es ser buena ama de casa: "aprende primero (apprends d'abord) a limpiar, a sacudir el polvo y a barrer tu casa; después (ensuite) aprende a guisar, a disponer el cubierto (le couvert) con gusto y, en fin, a bien acoger a tus huéspedes (accueillir tes hôtes)" aconseja Perrier (1er grado) en un ejercicio de traducción inversa. Bruño ofrece una lista de las "labores", Ugarte Blasco (1927) dedica tres páginas de su manual para describirnos con muchos pormenores el trabajo de la casa, del que se encarga la servidumbre. Nos detalla minuciosamente los utensilios o aparatos con que se pueden barrer los distintos tipos de suelos, las alfombras, los baños. Nos describe la labor de las cocineras, lavanderas y planchadoras etc. El ama de casa es la encargada de supervisarlo todo. Este mismo autor cuenta, primero en un ejercicio de traducción directa y luego indirecta, la historia de la familia Grijalba. El padre ha  estado separado de su familia durante los tres años que ha pasado en América por negocios. Su mujer, excelente ama de casa, ha podido ahorrar de lo poco que le mandaba cada mes. Ahora va a comprar, aprovechando los días de saldos, y con los retales que ha adquirido a precios increíbles va a confeccionar ella misma trajes y vestidos para toda la familia, incluidas la abuela y la criada. Claro que hubiera podido ganarse la vida de modista, pero teniendo hijos, temió que no estuviesen bien atendidos. Aparte del bordar y hacer punto ¿pueden las mujeres ocuparse en otras labores o incluso tener una profesión? De hecho aparecen pocas profesiones femeninas en los manuales. En una lista  que hace Perrier (1er grado), de 50 sólo encontramos 4 ejercidas por mujeres: costurera, modista de sombreros, planchadora y lavandera y en otra página: enfermera. En una anotación sobre los nombres que indican una profesión ejercida por los hombres, López Monís (1919) alude a una discriminación: "les femmes littérateurs ne sont pas admises à l'Académie" apuntando que se dice y escribe: "cette femme est auteur, professeur, docteur, littérateur et poète" empleando el masculino. Hacia mediados del siglo XX observamos que algunos autores reflejan en su manual el interés que muestran algunas mujeres por la cultura: una pintora que presenta sus cuadros en muchas exposiciones, una lectora asidua de la biblioteca que pide novelas de todos los escritores ingleses y alemanes. A veces varias estudian bachillerato, sacando resultados excelentes gracias a su aplicación (Suárez Gómez, 1955). Incluso se da el ejemplo de una autora de teatro inglesa recién ingresada en la Academia (ibíd.). De hecho, el papel más importante reservado para la mujer es el de madre [véase /Familia/].

Denise Fischer Hubert

Corpus:

Fischer, Denise ; García Bascuñana, Juan F.;  Gómez, Mª Trinidad (2004): Repertorio de gramáticas y manuales para la enseñanza del francés en España (1565-1940), Barcelona, PPU.

Bibl.: