Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

JOVELLANOS, GASPAR MELCHOR DE (Gijón, 1744 - Puerto de Vega, 1811)

Figura insigne de la Ilustración española, se formó primero en Oviedo, en las Universidades de Osma y Ávila y en el Colegio Mayor de San Idelfonso de Alcalá, graduándose de bachiller en Cánones. Ocupó diversos cargos en la Magistratura en Sevilla y Madrid, y entre octubre de 1797 y agosto de 1798 fue secretario de Gracia y Justicia.  Entre los diversos informes que redactó se encuentra el Reglamento literario e institucional para el Colegio Imperial de Calatrava (1788), a petición del consejo de Órdenes, en el que proponía el estudio de lenguas vivas en la universidad española, especialmente el francés y el inglés por las calidad de sus obras literarias, eclesiásticas y sobre ciencias exactas y naturales (Jovellanos, 1963: 192). La propuesta era novedosa, aunque no concretaba su presencia en el plan de estudios. En 1790 fue enviado a Asturias a realizar una comisión oficial de estudio de los recursos mineros, en cuyo informe (1791) propuso crear una Escuela de Mineralogía y Náutica para preparar técnicos de ambos campos, que él mismo llevó a cabo en Gijón con el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, abierto en 1794. Lo dirigió a excepción de su breve paréntesis en Madrid como ministro y aplicó allí sus ideas educativas, expuestas en diversos textos como la Oración inaugural a la apertura del Real Instituto, del 7 de enero de 1794, que destaca la necesidad del conocimiento de "las lenguas de las naciones cultas" para acceder a la bibliografía fundamental de las disciplinas científico-técnicas y superar barreras nacionales (Jovellanos, 1963: 321). Concretamente, prefería que los futuros profesionales técnicos aprendiesen inglés y francés en vez de latín (Jovellanos, 1994: 616). Pero también consideraba las lenguas como parte de un programa pedagógico más amplio, según defendió en la Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias, pronunciada en el primer certamen solemne del Instituto, a finales de abril de 1797, en que propugnaba la formación humanística de los científicos mediante el estudio de las "lenguas vivas" y con la lectura como pieza esencial para ordenar el pensamiento y poder exponer sus ideas con elegancia y claridad (Jovellanos, 1963: 332).

Los idiomas se incluían en el Curso de Humanidades Castellanas del Real Instituto Asturiano, dentro del cual impartió Gramática general y española durante un mes, del 14 de enero al 19 de febrero de 1794, a cuyo efecto extractó la Gramática de Condillac, completándola con la de la RAE, entre otros títulos (Jovellanos, 1994: 526-527); el estudio de las lenguas particulares debía sustentarse sobre la base de la gramática general. Para las materias de dicho curso había contratado al francés Juan Tomás de Lespardat, tutelado por él durante sus primeras clases, que luego visitaba con frecuencia para supervisar sus métodos, los cuales aprobó (Jovellanos, 1994: 558). No previó ningún manual para las clases de idiomas, encaminadas a que los futuros técnicos fuesen capaces de comprender las novedades bibliográficas y de realizar ejercicios de versión; en ellas Lespardat usaba los Rudimentos de gramática francesa, que constituyen unos apuntes o programa para su uso práctico y progresivo en la clase, seguramente redactados por él mismo, aunque su autoría se ha atribuido a Jovellanos y han sido incluidos como tales en las Obras completas de la BAE (Jovellanos, 1963: I, 156-163).

Planeó una cátedra de "Enseñanza de buenas letras castellanas" para que los niños pobres de Gijón perfeccionasen sus primeras letras, que debía desarrollarse en dos años. Se basaba en ejercicios sobre textos como el Catecismo histórico de Fleury o el de Pouget, seguramente en su versión española, y en lecciones gramaticales a partir de poetas españoles de los siglos de Oro (Jovellanos, 1994: 606). Compartía ese enfoque para el estudio de otras lenguas modernas, pues creía que el estudio de textos literarios perfeccionaba la competencia lectora y escritora, como demuestra, en otro contexto, su Plan para la educación de la nobleza y de las clases pudientes (1798), que incluye las lenguas vivas francesa e italiana dado su arraigo en la sociedad, su papel en la formación del gusto y su conexión histórico-literaria con la lengua propia (Jovellanos, 1956: 298). El francés se estudiaba en el tercer curso, durante 18 meses repartidos en tres boques, dentro del total de cinco cursos de dos años cada uno; recomendaba como manual el famoso Arte de hablar bien francés de Chantreau (ibíd.: 325), completándolo con el Discurso en francés sobre la Historia Universal de Bossuet y las Oraciones fúnebres de Fléchier, además de otras obras francesas en versión original indicadas para las clases de poética castellana: escritos sobre retórica y elocuencia del Padre Rapin, críticas de la Academia Francesa de las obras de Corneille, estas y sus comentarios por Voltaire, el teatro de Racine y la Poética y poesía de Boileau. Se priorizaba el uso que necesitaban los nobles, anteponiendo ejercicios de composición y lectura reflexiva al estudio de las reglas y con el énfasis en las competencias orales; por ello el preceptor de la última etapa -como también el director de la quinta sala- debía ser nativo francés y usar siempre su idioma, y las funciones públicas navideñas de la cuarta y quinta sala se realizaban en italiano y francés, respectivamente, "enseñándose así a declamar en estos idiomas y facilitar su uso" (ibíd.: 309). Al mismo tiempo que de la docencia, Jovellanos se preocupó por dotar la biblioteca del Instituto de novedades relativas a las disciplinas impartidas, cuyas adquisiciones revisaba él mismo (Gimeno Puyol, 2011: 201). Era capaz de leer en francés e inglés, como demuestran las anotaciones sobre sus lecturas particulares en su Diario, para lo cual se proveía de libros de diversos géneros y temática mediante diversos libreros y agentes (ibíd.: 196). 

Caído en desgracia en 1801, sufrió prisión en Mallorca hasta 1808, coincidiendo con la abdicación de Carlos IV. Durante su estancia en la isla redactó una Memoria sobre educación pública o tratado teórico-práctico de enseñanza con aplicación a las escuelas y colegios de niños (1802) para el concurso que la Sociedad Mallorquina de Amigos del País convocó en 1801 para establecer un Seminario de Nobles. Aunque no la llegó a presentar y falta en ella la parte final, expone los planteamientos de las diversas asignaturas, entre ellas las "Lenguas", precisando la prioridad de las vivas sobre las clásicas, en concreto inglés y, sobre todo, francés, a los alumnos orientados a las ciencias exactas o naturales, políticas y económicas, a carreras de armas y diplomática y a las artes (Jovellanos, 1963: 247-248). Creía, además, que el estudio de una lengua facilitaba el de otra siempre a partir de la base de la gramática general y, al igual que en el Real Instituto, destacaba como método adecuado la versión de textos instructivos, dejando para otras fases educativas la composición y uso, que el tiempo, la lectura y la práctica perfeccionarían.

María Dolores Gimeno Puyol

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