Universitat Rovira i Virgili

Tornar

Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

INSTITUTO-ESCUELA (1918-1936)

Por el Real Decreto de 10 de mayo de 1918 el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Santiago Alba, confiaba a la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas la organización del Instituto-Escuela, concebido como centro experimental donde ensayar un nuevo plan de estudios y nuevos métodos para la enseñanza del Bachillerato. El Instituto-Escuela abrió sus puertas en Madrid, ubicado en la zona denominada "Altos del Hipódromo". Sus objetivos eran establecer lazos de continuidad entre la enseñanza primaria y la secundaria mediante un modelo unificado que llegara a garantizar una buena formación a los estudiantes universitarios. Otro objetivo primordial del Instituto-Escuela fue el de crear una escuela de profesores de segunda enseñanza, intentando así paliar el vacío institucional existente, dado que las Escuelas Normales se ocupaban solamente de la formación de los futuros maestros de escuela, mientras que los profesores de secundaria necesitaban una licenciatura y realizar unas oposiciones, sin que se contemplara en ningún caso la aptitud pedagógica, para acceder a los institutos oficiales. En 1925, Luis Zulueta fue nombrado delegado de la Junta en el Instituto-Escuela con la misión de encargarse de los aspectos de dicha formación para profesores. En este ámbito, se incluyeron dos lenguas modernas en la formación de profesorado además de la obligación de realizar una estancia en el extranjero. El nuevo estilo educativo, heredero del adoptado por la ILE, pretendía establecer una libertad pedagógica que permitiera abandonar el yugo de los métodos tradicionales. En el Instituto-Escuela se desterraron las clases magistrales, los exámenes y la memorización; además se implantó la coeducación y se estableció una nueva relación entre profesores y alumnos. La experiencia se extendió a otros puntos de España como Barcelona, Sevilla y Valencia, donde, a partir de 1932, se crearon centros análogos al de Madrid. Los Instituto-Escuela eran gestionados por los Patronatos de Cultura de cada ciudad respectivamente y dependían de la JAE: "el ánimo del Ministerio era crear organismos provinciales o regionales que auxiliaran y al mismo tiempo descentralizaran su labor, buscando una mayor eficacia, teniendo en consideración las circunstancias particulares de cada zona" (Algora, 1996). El programa del Instituto-Escuela contemplaba ampliamente el estudio de idiomas, siendo obligatorio cursar dos lenguas extranjeras como mínimo -para los alumnos que no hacían latín ni griego era obligatorio cursar tres lenguas extranjeras. La lengua francesa era enseñada por catedráticos de francés o, en su ausencia, por catedráticos de otras especialidades en el ámbito de Humanidades. No obstante, la presencia de profesores nativos fue muy importante en las clases de idiomas. El francés era la lengua que gozaba de mayor atención. Su estudio se iniciaba a los ocho años y  proseguía de forma continuada hasta el último año de Bachillerato. A su vez, el inglés y el alemán -más raramente el portugués- se introducían con carácter optativo como segunda lengua extranjera a partir del tercer grado de Bachillerato. El promedio de clases semanales de francés era de unas tres horas, dependiendo de los grados. Luís Palacios comenta  en torno a este tema: "Ya hemos apuntado anteriormente el interés de Castillejo en el aprendizaje de Idiomas, y su visión rica y universalista. Por ello, el planteamiento que de la enseñanza de idiomas se hace en el Instituto-Escuela es riguroso y de gran eficacia. Y contrasta con la media que en este terreno encontramos en el país. Podemos traer a la memoria, como punto de contraste, que por esos mismos años, Américo Castro se quejaba de cómo estaba planteada la enseñanza de las lenguas modernas, incluso en las Universidades españolas. [...] Por contra, el Instituto-Escuela aporta su avanzada visión del estudio de las lenguas extranjeras ya desde su nacimiento. Y será, además, una de sus señas de identidad." (Palacios, 1988: 264-265).

La enseñanza en el Instituto-Escuela abarcaba desde la escuela de párvulos hasta la universidad, es decir que recibía alumnos desde la edad de cinco años que cursarían sus estudios allí hasta los diecisiete años. Se establecieron tres Secciones: la Sección elemental (párvulos, entre cinco y siete años), la Sección preparatoria (primaria, entre ocho y diez años) y la Sección secundaria (bachillerato, entre once y dieciséis años cumplidos). Las ratios no debían superar los 30 alumnos en las clases teóricas ni los 15 en las prácticas. El Plan de estudios del centro comprendía: estudios comunes y obligatorios hasta los quince años y una posibilidad de especialización -estudios electivos-, en los dos últimos cursos. Aun siendo un centro de pago, las familias que lo solicitaban obtenían dispensa de cuota, siempre que pudieran justificar su situación económica debidamente. Como centro experimental el Instituto-Escuela siguió un método de enseñanza en el que no se utilizaban libros de texto. El cuaderno del alumno se convertía en una importante fuente de información y estudio, gracias a las apuntes de clase y a los resúmenes realizados por el propio alumno, con lo que el trabajo diario en las clases era fundamental. El profesor revisaba periódicamente dicho cuaderno con el fin de evaluar sus progresos en el ejercicio de ordenar, sintetizar y desarrollar las ideas expuestas en clase. Tampoco se realizaban exámenes, evaluándose a los alumnos mediante un boletín con explicaciones valorativas enviado trimestralmente a los padres. No existían los premios ni los castigos, procurándose incentivar al alumno hacia el trabajo bien realizado como objetivo primordial en sí mismo. La relación entre alumnos y profesores era muy directa y presidida por la cordialidad, llevándose a cabo en diferentes ámbitos: el estudio, el juego, las excursiones, etc.  En el Instituto-Escuela se potenciaban los trabajos prácticos, las actividades al aire libre, la gimnasia, la música y el arte en general. Se llevaban a cabo, periódicamente, visitas a museos y centros culturales, así como excursiones a ciudades cercanas y a otras provincias. Además, a partir de 1931, se realizaron diversos intercambios escolares con otros países. Como consecuencia se fomentó la organización de viajes escolares al extranjero y, del mismo modo se facilitaba la estancia en España a escolares de fuera -en concreto de Alemania, Inglaterra y Francia-. En ocasiones, los estudiantes extranjeros y españoles se alojaban en casas particulares y, otras veces, estudiantes de distintas nacionalidades residían en una colonia. Fue el caso de la Colonia Internacional de La Granja organizada cada año, de 1931 a 1934, en las Casas de Oficios de La Granja cedidas a la JAE por la Administración del Patrimonio de la República.

El profesorado del Instituto-Escuela, estaba constituido por Catedráticos, Auxiliares y Profesores Especiales de Institutos generales y técnicos, además de aspirantes al Magisterio secundario. Para enseñar en la sección preparatoria podían ser llamados Maestros Superiores. Los Catedráticos de Instituto eran designados por el Ministerio de Instrucción Pública, a propuesta de la Junta para la Ampliación de Estudios. Si procedían de institutos de segunda enseñanza ejercían en el Instituto-Escuela en comisión de servicios pero, en realidad, conservaban la titularidad en su centro de origen. Para ser admitido en el centro como aspirante al Magisterio secundario se requería estar siguiendo estudios universitarios en las Facultades de Ciencias o Filosofía y Letras. Estaban, además, los profesores especiales, dedicados a las enseñanzas específicas -podían ser nativos para la enseñanza de las lenguas modernas.  Estos eran contratados aunque no fueran docentes. Al profesorado, en general, se le pedía que alternara la docencia con las tareas de investigación. A veces, los profesores de francés de los Institutos-Escuela daban clases de dicha lengua al resto de profesores.

María Inmaculada Rius Dalmau

Bibl.: