Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA (ILE). 1876-1936

Como consecuencia de la supresión de la libertad de cátedra, en 1875, estando al mando del ministerio de Fomento Manuel Orovio, un grupo de catedráticos que se oponían a tal medida fue separado de la universidad. En marzo de 1876 dichos profesores firmaron las bases y estatutos de la ILE, siendo presidente de la Junta directiva Laureano Figuerola. A su vez, la Junta facultativa estaba formada por Eugenio Montero Ríos, Laureano Figuerola, Nicolás Salmerón, Francisco Giner de los Ríos, Augusto González de Linares, Gumersindo de Azcárate, Laureano Calderón, Juan Antonio García Labiano, Jacinto Messía Álvarez, Federico Rubio, Gabriel Rodríguez, Manuel Becerra, Pedro Pérez de Losada y Germán Gamazo. La fundación de la ILE supuso dar continuidad a la obra iniciada anteriormente por los reformadores docentes de la universidad, en un esfuerzo por introducir en España las principales corrientes filosóficas y científicas procedentes de Europa. De la mano de la ILE llegó la segunda fase del krausismo a España. Dicha filosofía, basada en el pensamiento del alemán Karl Christian Friedrich Krause, proporcionó los fundamentos metafísicos, antropológicos, éticos y sociales a los fundadores de la Institución, principalmente en sus inicios. Posteriormente la orientación de la ILE adoptaría posiciones próximas al positivismo y al pragmatismo americano. Las relaciones con la universidad alemana y sus métodos científicos se fueron relajando para dar paso a otras influencias: por una parte a la francesa -sobre todo después del impulso dado por la III República a la educación en dicho país- y por otra a la inglesa, con una relación cada vez más intensa con las universidades británicas. La Institución ensayó importantes reformas pedagógicas centradas en la enseñanza primaria y media, aunque sus pretensiones no se limitaron al ámbito educativo sino que, de forma amplia, los institucionistas consideraron que la educación constituía el medio a través del cual la realidad social de la nación conseguiría salir de su estancamiento. Se instó a la Administración pública a crear centros educativos y organismos como el Museo Pedagógico Nacional, la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), el Centro de Estudios Históricos, la Residencia de Estudiantes, el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales, la Asociación de Laboratorios y el Instituto-Escuela. A su vez, el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (BILE), que empezó a publicarse en marzo de 1877, puede considerarse como la primera publicación pedagógica surgida en España. A partir de 1889 estructuró su contenido en tres secciones permanentes: Pedagogía, dedicada a temas de enseñanza; Enciclopedia, que recogía lo relacionado con la ciencia, el arte, la filosofía, la historia, la arqueología, y otras disciplinas; por último Institución, que trataba los temas relevantes de la propia ILE. El BILE tuvo numerosos colaboradores, entre ellos prestigiosos pedagogos, investigadores, filósofos y escritores, como por ejemplo: Bertrand Russell, Henri Bergson, Charles Darwin, John Dewey, Santiago Ramón y Cajal, Miguel de Unamuno, María Montessori, León Tolstoi, H. G. Wells, Rabindranath Tagore, Juan Ramón Jiménez, Gabriela Mistral, Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Azorín, Eugenio D'Ors, Ramón Pérez de Ayala, Julián Sanz del Río, Antonio Machado Álvarez, Antonio y Manuel Machado Ruiz, entre otros. No obstante, el número de subscriptores no fue nunca muy elevado; ello, unido a la falta de editores, hizo que el Boletín fuera casi siempre deficitario. Las deudas se saldaban siempre gracias a donativos. Por otra parte, el BILE tuvo una notable influencia inglesa. Al parecer, su modelo directo fue la revista de ese país Nature: A weekly illustrated Journal of Science. El Boletín se editó ininterrumpidamente entre 1877 y 1936 y supuso un medio de difusión de las ideas de la escuela activa en nuestro país. En la Sección Pedagógica, según Carmen Roig, el 43% de colaboraciones del BILE procedían del extranjero, mayoritariamente de Francia (Roig, 1997:142). Por otra parte, dicha publicación constituyó un reflejo de la vida intelectual del grupo desarrollando un vínculo entre todos los simpatizantes y una conexión de estos con las grandes corrientes ideológicas en general, y pedagógicas en particular, que se daban en España y fuera de ella. Fueron muchos los que lucharon y trabajaron con el objetivo de materializar los ideales y convicciones de la ILE, sin embargo, cabe destacar tres nombres entre los que se dedicaron plenamente a dicha labor: Francisco Giner de los Ríos quien, con su actuación y claridad de ideas, fue el impulsor del nacimiento y el desarrollo de la Institución; Manuel Bartolomé Cossío dada la importancia de su concepción pedagógica en la estructuración del pensamiento educativo de la ILE; y José Castillejo, hombre clave en la última etapa de la Institución, alma de la JAE y del Instituto-Escuela.

La ILE dio un notable impulso a la enseñanza de las lenguas modernas poco valorada, en general, en el sistema educativo español del momento. El francés, en primer lugar, pero también el inglés y el alemán constituían el complemento perfecto para la formación integral y moderna pretendida por los promotores de la Institución. Por su parte, Giner y Cossío se ocuparon directamente de las clases de francés. A su vez, Castillejo promovió la innovadora experiencia de la Escuela Plurilingüe donde los alumnos aprendían varios idiomas simultáneamente. Por otra parte, la notable presencia del francés en el horario escolar, el uso de dicha lengua en la enseñanza de otras materias como Historia o Geografía, la intervención de lectores nativos, entre otros aspectos, demuestran el interés real por la enseñanza de las lenguas modernas en el seno de la ILE. Del mismo modo, los trabajos realizados por los pensionados de la JAE referentes a la enseñanza de las lenguas modernas contribuyeron también a la tarea de impulsarla. Sus reflexiones promovieron la necesidad de renovación metodológica y ofrecieron un reflejo de la situación que se vivía en España por aquel entonces. La mayoría de los pensionados manifestaron que la enseñanza de las lenguas modernas no tenía en nuestro país el carácter científico de que gozaba en las principales ciudades europeas, contribuyendo así a concienciar al profesorado y a las autoridades educativas acerca de las necesidades reales de dicha enseñanza. En la misma línea actuaron los artículos publicados en el BILE en relación con la enseñanza de idiomas. Sus autores, Michel Bréal, José de Caso, Américo Castro, Otto Jespersen, Rubén Landa y G. Stanley Hall, se ocuparon también de aspectos metodológicos coincidiendo, en general, en la necesidad de replantear el papel de la traducción -desestimada por Bréal pero vista como necesaria por Landa en un segundo estadio de la formación, es decir, cuando los alumnos han asimilado la lengua como para pensar en ella. Asimismo, pusieron en tela de juicio el valor del libro de texto. Según Jespersen, los libros de texto presentan la información de un modo desarticulado y suelen mostrar dispersión de ideas, aunque pueden resultar de utilidad solo después de que el alumno haya llegado a la regla gramatical, sirviendo entonces para confirmar lo aprendido. Por último, y de manera bastante unánime, estos autores defendieron en sus artículos la necesidad de adoptar un enfoque global -presentación contextualizada- y seguir un método intuitivo en el estudio del léxico y la gramática. A su vez, el planteamiento de la enseñanza de las lenguas modernas en el Instituto-Escuela procuró ofrecer los medios para evitar el carácter secundario que dicha enseñanza presentaba habitualmente por aquel entonces en los centros oficiales. Entre otras cosas, se concedió mayor presencia a las lenguas modernas en los programas educativos -tanto en el horario de los alumnos como en los cursos que estas abarcaban, especialmente en el caso del francés- y se promovieron intercambios escolares con otros países. Además, se imponía a los futuros profesores que seguían el programa del Instituto-Escuela el aprendizaje de dos idiomas y la realización de una estancia en el extranjero. Los aires renovadores procedentes principalmente de Europa incidieron, aunque de forma desigual, sobre la metodología adoptada para la enseñanza de los idiomas en el marco de la ILE. En realidad, para los responsables de la Institución el fin principal del aprendizaje de un idioma era la adquisición de un nivel de comprensión escrita que permitiera acceder a libros científicos y literarios en su lengua original. De forma secundaria, se pedía a los alumnos que hicieran uso fácil, oral y escrito, de la nueva lengua. De este modo, la traducción, el dictado, la gramática -principalmente la conjugación verbal- y la literatura eran ampliamente contemplados en los centros de la ILE. En definitiva, puede decirse que el objetivo oral quedaba relegado a un segundo plano. En lo que a aspectos pedagógicos se refiere la Institución concibió la educación como una actividad formadora y no tan solo transmisora de conocimientos. El niño debía ser respetado en su conciencia y no expuesto a las luchas ideológicas de la sociedad de modo que se abogaba también por la neutralidad religiosa. Se adoptó el método intuitivo -basado en la libre participación del niño y en la no coacción- y se prestó especial atención al desarrollo de la personalidad, el cuidado del cuerpo -punto de vista higienista-, el amor por el trabajo y el cultivo de la tolerancia como virtud ciudadana. También se impulsó la coeducación. De forma general, el proceder de la ILE debe encuadrarse dentro del movimiento europeo que promovió la enseñanza activa, siendo considerada a menudo, dada su precocidad, como un precedente del movimiento de renovación pedagógica en Europa.

Tras la guerra civil desapareció la Institución, la Junta y todo lo que de ellas dependía. Los hombres y mujeres de la ILE se vieron obligados a huir del país. Los frutos de su esfuerzo se vieron truncados bruscamente. Una vez recuperado el Estado democrático, y tras la entrada en vigor de la Constitución de 1978, la Fundación Francisco Giner de los Ríos -creada en 1916 y encargada de velar por el patrimonio de la Institución- recuperó su patrimonio y su plena capacidad de acción. Desde ese momento ha reanudado sus actividades ocupándose de la edición del BILE, en la denominada II época, la reconstrucción de su biblioteca y su fondo documental y el desarrollo de diversas iniciativas con el fin de involucrarse en la modernización del sistema educativo español. Se puede afirmar que la ILE llegó a ser una comunidad que sobrepasó los ámbitos pedagógicos y se alzó como símbolo de su tiempo, convertida hoy en una de las referencias claves de la cultura española.

María Inmaculada Rius Dalmau

Bibl.: