Universitat Rovira i Virgili

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Diccionario de historia de la enseñanza del francés en España (siglos XVI-XX)

BENOT RODRÍGUEZ, EDUARDO DE (Cádiz, 1822–Madrid, 1907)

Nació en el seno de una familia culta y políglota: su padre, Julián Bernardo Benot, originario del Piamonte, fue un oficial del ejército de Napoleón Bonaparte que se afincó en Cádiz tras la Guerra de la Independencia, y su madre, María de los Dolores Rodríguez de Vicherón, una poetisa de noble cuna, nacida en Chiclana de la Frontera. Desde muy joven Eduardo Benot mostró una inteligencia precoz, que cultivó con ahínco y esmero así, a los catorce años ya escribía artículos periodísticos de carácter político en su Cádiz natal, en concreto en El Defensor del Pueblo. Entre las facetas que sobresalen en su intensa vida destaca su pasión por la enseñanza. A los veintidós años Eduardo Benot fue nombrado Profesor de Filosofía (y posteriormente también de Lógica) del prestigioso Colegio de San Felipe Neri de Cádiz. Más tarde será rector del mismo (1852-1868) e incluso su propietario. Como estudioso realizó con éxito incursiones en el mundo de las ciencias experimentales: los gabinetes de Física y de Química de los que dotó al Colegio de San Felipe Neri fueron los más completos del Cádiz de su época, y célebres fueron sus estudios sobre Astronomía, Aritmética y Geodesia, o el curioso ensayo Movilización de la fuerza del mar: aprovechamiento de los motores irregulares como las mareas y las olas, que presentará en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la que fue numerario. En el Observatorio de Marina de San Fernando ejerció asimismo como titular de las Cátedras de Astronomía y de Geodesia durante muchos años, impartiendo sus enseñanzas en el Curso de Estudios Superiores de la Marina. Eduardo Benot fue asimismo un lingüista extraordinario, su obra, Arquitectura de las lenguas, reimpresa en multitud de ocasiones es aún en nuestros días, un clásico entre los estudiosos. En este mismo ámbito son de reseñar, entre otras muchas, su Gramática general, los monumentales Diccionario de asonantes y consonantes y Diccionario de ideas afines y elementos de tecnología (en el que colaboraron como auxiliares Antonio y Manuel Machado dedicándose a la parte relativa a los verbos), Los duendes del lenguaje (obra póstuma), la Prosodia castellana y diversificación, o el Examen crítico de la acentuación castellana. Su amor por la lengua como instrumento de formación y de comunicación lo proyectó asimismo a los idiomas extranjeros, que dominaba en buen número desde la infancia: además de publicar Cuestiones filológicas y Métodos para la enseñanza de los idiomas, ha pasado también a la historia por haber introducido el método Ollendorff en España en sendas gramáticas francesa, inglesa, italiana y alemana (1851 a 1854). Se interesé, igualmente por la literatura. Estudió a los clásicos (célebres son su Estudio acerca de Cervantes y el Quijote y su Estudio preliminar a las obras dramáticas de Guillermo Shakespeare, en el que fue el primero en datar con exactitud la muerte del dramaturgo inglés el 4 de mayo de 1616), por otra parte fue autor de una extensa producción dramática o poética (gran parte de ella inédita, si bien sobresalen sus poemarios España y Patria); a título de anécdota fue incluso autor de algún libreto de zarzuela (El muerto vivo, Cádiz, 1850). La calidad de su obra literaria le abrió las puertas al ingreso como numerario en la Real Academia de la Lengua en 1887 (de la que era correspondiente desde 1860), leyendo un erudito discurso sobre Gramática titulado ¿Qué es hablar? el día de su recepción pública en la docta casa, el 14 de abril de 1889, discurso al que contestó don Víctor Balaguer. En los catálogos de la Biblioteca Nacional constan a fecha de hoy más de sesenta registros de Eduardo Benot, así como una decena de prólogos y traducciones de otras obras. En el plano de la formación destacó su afán por extender la educación a las más amplias capas populares en el convencimiento de que el progreso de la Nación dependía de la formación de sus gentes. En este sentido fue un adelantado en preconizar lo que después se denominó la Escuela única, esto es, la necesidad de unificación del plan de enseñanza que, según Benot, debería comenzar a los tres años y extenderse hasta los dieciséis, edad en que se habría de aprender un oficio o de iniciar estudios universitarios. Su experiencia docente le permitió publicar una obra crítica con el sistema educativo de su tiempo, Errores sobre educación e instrucción pública (cuya primera edición está fechada en Cádiz en 1863), de gran resonancia en su época; a este respecto llegó a sugerir la destrucción de un buen número de los libros de texto de entonces, "ya que son muchos los que valen poco y muy pocos los que valen mucho"; en su ánimo estuvo la asunción de la educación de la infancia por el Estado como tarea prioritaria para garantizar el futuro de la Nación. En el ámbito laboral fue el propulsor y redactor de la Ley de 24 de julio de 1873 sobre regularización del trabajo en los talleres y la instrucción en las escuelas de los niños obreros de ambos sexos, más conocida por la Ley Benot, mediante la que se pretendió atender con urgencia a la protección de los menores desde un punto de vista legislativo; se trata de una norma calificada como una Ley muy audaz para la época en que fue promulgada. Aunque era un texto legal dirigido a los niños de ambos sexos, puede ser asimismo considerada como la primera iniciativa legislativa sobre protección de la mujer trabajadora adoptada en España, pues reguló la jornada laboral y el trabajo nocturno hasta los diecisiete años, así como la asistencia a la escuela para todas las niñas hasta los catorce años. Eduardo Benot entendió que los dones de intelectualidad y pedagogía de que gozaba debía proyectarlos al máximo: en los diarios de la época se le retrata como un altruista maestro de todo tipo de personas a las que enseñaba Idiomas, Matemáticas, Literatura, Filología, etc. En este sentido colaboró con la Institución Libre de Enseñanza. Constituye Benot un ejemplo de prohombre de su tiempo: probablemente masón, y en todo caso un romántico de libro, fue un trabajador incansable. Persona de una estricta autodisciplina, amanecía invariablemente a las cuatro de la madrugada para iniciar su jornada laboral. Murió en Madrid el 27 de junio de 1907 preparando una completísima Gramática española que le encargara la Academia de la Lengua; tres años después de su óbito vería la luz El arte de hablar. Gramática filosófica de la lengua castellana.

Mª Eugenia Fernández Fraile

Bibl.: